I. Regreso.

[ Ya han pasado 7 años, Renesmee regresa de un largo viaje que hizo junto con sus padres debido a su acelerado crecimiento. Siendo la única forma de ocultarlo hasta determinado tiempo.
Pero ella no sabe con lo que se enfrentara al regresar a Forks, sobre todo con un sentimiento totalmente desconocido para ella.

LUZ DE LUNA

Las horas tristes me parecen largas.

William Shakespeare,

Romeo y Julieta.

Prefacio

Todo se nublaba de un momento a otro, mi mundo se venía abajo. O quizá era que el mundo se caía sobre mí. Me sería imposible, yo era sólo un ser. Y la gravedad no estaba de mi lado. Tenía que despertar, sentía que cada vez esta pesadilla se volvía más real.

Aunque tal vez esto… ¡no era un sueño! ¿Cómo fue que tantos sueños se volvieron pesadillas inevitables?

I. REGRESO

Habían pasado ya siete largos años desde que decidieron mis padres debíamos marcharnos de mi amado Forks. Fue a mediados de año, el sexto mes del año, el décimo primero día. No sé si fue a  mí a quien más le dolió dejar todo atrás, siendo pequeña necesitaba tanto de mi familia entera, pero me fue negada desde mi nacimiento una infancia normal. Viajamos de ciudad en ciudad, país en país y tal vez también de continente en continente. Era imposible que yo lo supiera, a veces no tenía idea de dónde posaba mis pies, era un ir y venir continuo. Mientras Bella y Edward se empeñaban en hacerse creer que todo aquello era similar a unas vacaciones familiares, yo no las disfrutaba, yo sabía que era una huída del mundo.

Estaba cansada de tanto viajar, ni siquiera podía tener amigos humanos, debido a que crecía demasiado rápido como para poder relacionarme adecuadamente con ellos. Era tan inadaptada, siempre ha sido así. Y pude haber sido sumamente amigable creo yo, pude haber convivido sin ningún problema con ellos pero no, nunca pude probarle eso a mis padres decían que debía de ser paciente, que cuando cumpliera 8 años, dejaría de crecer y sería prácticamente igual a ellos. Pero jamás lo sería, no creo ser más sociable de lo que soy ahora y a decir verdad jamás lo he sido. Tampoco era que me importara tanto relacionarme. No era tanto que quisiera tener amigos. No. Era que yo quería ser como cualquiera, vivir como cualquiera. No preocuparme por banalidades…

Ahora nos encontrábamos en Phoenix, visitando a René y a Phil. La casa se había tornado vieja, los muebles, la pintura de las paredes, los juegos de porcelana. Incluso mis abuelos. Las plantas eran las únicas que vivían tan verdes, el calor les hacía mucho bien. 

Me encantaba estar ahí después de todo, ellos son personas que quiero demasiado, lo único que no es de mi agrado es el clima, o su tiempo atmosférico que con tanto calor se volvía insoportable, lo más parecido a un infierno. Ya estaba acostumbrada al frío de Forks.  Ese frío que al menos no es de soledad, ese mismo que podía atenuar en compañía de quienes quiero. Ese mismo que no congela sino que es tan cálido.

Tenía tantas ansias de volver, estábamos más cerca ahora, deseaba ver a mi abuelo Charlie, mi familia, mis amigos de La Push, en especial a Jacob. Hacía mucho que ni siquiera recibía una llamada de él, a veces era yo la que tenía que tomar el teléfono y marcarle a casa, pero en ninguna de esas ocasiones lo hallé. A veces nos visitaba,  la última vez que lo vi fue hace tres meses exactamente, que sinceramente, me parecían años. Lo que vivía aquí sí era una soledad inmensa. Cuando no encuentras una paz interior que se acompaña de alegrías mínimas, te sientes sola. Y sentir lo contrario no siempre es porque realmente estemos solos. 

Jake me había dicho que estaba ocupado en exceso con los asuntos de la manada, pues por fin era el alfa. Pero era feliz, se le notaba en el rostro, esa sonrisa de oreja a oreja. Yo era feliz con eso también, pero lamentaba el hecho de que ya no podría compartir el mismo tiempo que antes. Después de todo no debía ser egoísta, él sólo era mi amigo. Realmente lo extrañaba, me sentía tan alegre cuando estaba a mi lado, creo era porque desde que era una infante siempre estuvo conmigo, cuidándome. No imaginaba mi vida sin él, él era como un padre, un amigo y el único que tenía.

Mientras mi padre hablaba por teléfono a la aerolínea, mi madre charlaba con René.

—Bella, saldremos en dos horas— dijo mi padre mientras colgaba el teléfono.

—Por supuesto, Edward. Renesmee comienza a empacar tus maletas.

—Claro mamá.

Comencé a guardar todo cuidadosamente, acomodando y doblando mis pertenencias y mi ropa, la mayoría vestidos como era de esperarse, algunas cosas que encontraba en cada lugar que visitaba, tenía incluso mi propia colección de hojas otoñales en distintos colores. Y un block de hojas blancas de algodón junto con mis acuarelas. Pintar era de las pocas cosas que disfrutaba totalmente. Cuando terminé le avisé a mis padres. Nos despedimos.

—Vuelvan Pronto, los quiero— dijo René agitando la mano, en cuanto nos vio partir. Siempre era una persona sumamente dulce, algo que amaba de ella, y eso la volvió una de mis personas favoritas y me hacía preguntarme que si se hubiese llamado de otra forma quizás yo no sería quien soy, por lo menos en nombre, es extraña mi madre, me provoca risa la combinación que soy en todos los aspectos.

Así bien, nos fuimos rumbo al aeropuerto. Me detuve en la estación en una librería, pude comprar un clásico de Shakespeare. Salimos en la madrugada, para poder llegar a Washington por la mañana. Me quedé dormida pues el viaje era sumamente exhaustivo o tal vez yo era sumamente perezosa.

—Hija, llegamos—. Me llamó mi madre y traté de despertar. Pero me puse a pensar antes de abrir los ojos.

Había dicho “llegamos”, pero ¿Adónde? Quizá al aeropuerto de Port Angeles, o quizá a Forks. La única manera de saberlo era despertando de mi profundo sueño. Me tallé los ojos pues mi vista era borrosa y me levanté, mi madre estaba a un lado de mí.

—¿En dónde estamos?—. Le pregunté a mi mamá, aún un poco adormilada.

—En el aeropuerto, llegamos hace rato, tu padre fue a conseguir un taxi para llevarnos a Forks. Y alguien que nos ayude con las maletas. Además la tuya pesa que pareciera llevas piedras. 

—En realidad las llevo. Pero son pequeñas, no  pesan demasiado y son pocas. Pero qué va, tú tienes una súper fuerza deja de engañarme—. Sonreí.

Sólo una hora más y volvería a ver a todas esas personas a quienes extrañé tanto durante mi largo viaje. Seguramente ya se había enterado que regresábamos y estarían esperándonos.

Tenía muchas cosas en qué pensar. También quería ir a La Push donde había pasado muchos fines de semana, me gustaba ir y estar con mis amigos de la reserva. Y observar la infinidad ante mis ojos. Con todos me llevaba tan bien, a excepción de Leah, yo quería agradarle pero mis intentos no servían de nada, por alguna razón me detestaba. Era claro que a ella no le agradaban los vampiros. Aunque yo no lo fuese por completo. Bueno, con el tiempo mi otra mitad le agradaría.

En cambio Seth, su hermano, siempre ha sido mi amigo, es una gran persona y admira a Jacob, lo quiere como a un hermano. Los dos se cuidan de la misma forma.

—Bella—la voz de mi padre hizo que disolviera mis pensamientos.—El taxi nos espera.

—Claro, amor. Vámonos hija.

Mi padre me tomó de la mano y salimos del aeropuerto para entrar en el taxi, mi padre le indicó al conductor hacia dónde nos dirigíamos y por lo tanto cuál era el mejor camino, el más rápido. No obstante el camino se me hizo eterno, era mucha mi urgencia de estar en mi verdadero hogar. No en hoteles.

Saqué de mi mochila azul mi reproductor de música que me había regalado mi papá y comencé a escucharlo para distraerme, hasta que llegamos. Una buena dotación de Jazz, seguida de Música Clásica. Algo de rock clásico al final. Me envolvía el paisaje con ese azul cielo de mediterráneo, el verde brillante que poco a poco era más abundante, clara señal de lo cerca que estábamos de Forks. Otra de las tantas cosas que amaba del lugar era el aire fresco, tan puro. La contaminación de las ciudades es asfixiante. No podría vivir jamás en una ciudad tan grande. Además la lluvia en nuestro pequeño pueblo  aún se adentraba en la tierra ya húmeda. Los animales escondidos y la playa, un río cercano quizá. Los fascinantes claros…

Al llegar mis padres bajaron las maletas, mientras yo me dirigí a la sala, no estaba nadie, tal vez habían ido a cazar. Todas las cosas estaban como las recordaba, incluso el silencio. Subía a las recámaras, pero incluso allí estaba lleno de vacío. 

Dejé mi mochila en el sofá, mi madre ya había entrado.

—Renesmee, date prisa, iremos a visitar a tu abuelo Charlie—. Gritó desde afuera.

Salí, corriendo, mis padres ya estaban en el Volvo, así que me metí en el auto. Estaba nerviosa aunque sin razón aparente. Llegamos a casa de Charlie en menos de lo que me esperaba, entramos y mi abuelo estaba con Sue. El tiempo al parecer esta vez sí había pasado en vano, Charlie no se veía viejo en lo absoluto, mucho menos Sue. Pero para mí el tiempo pasaba corriendo.

—¡Bella, Nessie, Edward! Qué gusto me da verlos de nuevo después de tanto tiempo, entren—. Mi abuelo se veía feliz, radiante.

—¡Hola Papá!

—¡Hola Charlie!

—Tomen asiento, Sue está aquí, vino a verles.

—¡Hola a todos! —. Dijo Sue. —Me alegra que estén de vuelta luego de tantos años.

Según Charlie, Sue cocinaba delicioso, yo aunque he probado su comida, la verdad no sé si lo es o no, ya que a mí no me gusta para nada la comida de los humanos. No era de mi agrado. Pero por ellos hacía un gran esfuerzo comiéndola. Me alimentaba al parecer, no lo suficiente.

—¿Sue? Qué bueno que estás aquí—. Dijo mi madre con una sonrisa—ya sabes que mi padre, cocinero, no es.

—Por eso estoy aquí para encargarme de la cocina y de Charlie también, no puede estar solo—. Todos reímos.

Ella era una persona muy amable, el ver que ella y mi abuelo se llevaban tan bien era algo increíble ya que él antes se había sentido solo, no lo decía, a nadie le complace decir que se siente solo y es por ello que la mayoría de las veces lo sufre en silencio. Yo lo notaba, era lógico, primero quedarse sin René y después sin su hija. Ahora de alguna forma Charlie y Sue estaban juntos, me imagino que quizá, también ella se sentía sola, ya que Leah y Seth se pasaban la mayor parte del tiempo con la manada. Los jóvenes muchas veces abandonamos a nuestros padres, cuando ellos nunca lo hacen.

—¿Visitaron a René? ¿Cómo han estado allá?

—Ya sabes, están bien. Te mandaron saludos. No nos quedamos mucho tiempo, sólo los vimos unas horas.

—Qué bueno, me alegra saber que esté bien—. Miró el reloj que estaba en la pared frente a él—Billy y Jacob vendrán, ya no creo que tarden mucho, prometieron estar aquí antes de la una.

No dejé de mirar el reloj a partir de ese instante, cada segundo me ponía más nerviosa, en cualquier momento por esa puerta entraría Jacob. Aún seguía sin entender porqué me ponía de tal forma al momento en que pronunciaban su nombre.

De algo estaba segura, estas reacciones eran nuevas en mí, nunca las había experimentado y saber eso, me ponía muy tensa.

Los temas subsecuentes en la charla fueron los lugares que visitamos únicamente, y mi abuelo se encargaba de ponernos al tanto de todo mientras que yo estaba en mi pequeño mundo dentro de mi mente. Pensando en qué pensar.

En ese momento llamaron a la puerta. Estaba segura de quién era. Jacob.