Jacob:
Escribo esto porque soy de las que
creen que el viento se lleva las palabras. Siempre busco la eternidad a pesar
de tenerla. Quizá porque continuamente dudo en si la merezco. Sin embargo hay
más de una incertidumbre que me mata. Y no he podido decirte las palabras que
esperas y que yo misma espero. El peso de este corazón se vuelve más y más
denso. No aguanto más, Jake. Decidí que si tú me lo has dicho, por qué yo no
habría de ser lo suficientemente valiente, debo serlo. A estas alturas no sé cuál sea un
acto valeroso, si quedarme o huir.
Te quiero. Te quiero por todo lo que eres, tus memorias y anhelos. Por cada sonrisa que
ilumina tu rostro, cada tristeza, cada momento de valentía. Te quiero, Jacob y
no espero que me entiendas. Sé que has dicho que de mi parte no esperas nada,
ni yo lo espero de tu parte, nuestro tiempo
no ha llegado, puede que sea eso. Igual sé que sólo tú comprendes mis palabras
abstractas, surrealistas. En estas cosas no se manda, y aún así si tuviese
elección, te elegiría. Decir que te quiero es mi forma sutil de agradecer tu
existencia. Supongo que así es como debía ser, no siempre hay casualidades, mi
corazón palpitante no lo es, hay una razón más fuerte que mi nodo sinusual*[1]
como para que éste lata, y me proporcione la vida…
No imagino al mundo sin tu
presencia.
Te quiero, sólo eso.
Renesmee C.
Me liberé. Escribí tal carta justo
detrás de la primera hoja de mi libro de Alexandre Dumas. La dejé ahí, no me
atrevía a arrancarla. Eché una rápida mirada hacia el reloj: 4:43 am.
Aquella noche (¿o he de decir
madrugada?) era fría, comenzaba a llover y las gotas de su precipitación se
escuchaban al estrellarse con la ventana. Los rayos estruendosos me hacían
temblar hasta estremecerme.
De a poco se calmó la lluvia
exterior, pero mi lluvia interna seguía perenne al igual que mi preocupación.
Sólo quedaba esperar. ¿A qué, a mi
posible muerte? No. No iba a quedarme a esperar la muerte, apresuraría el
momento.
Conseguí una maleta pequeña pero
con el suficiente espacio para lo necesario. Luego de meter ropa, libros, tenis
y demás cosas importantes me di a la tarea de dejar una nota en el libro antes
escrito donde indicaba que debía ser entregado a él. Lo deposité en el centro
de la cama para que fuese visible para cualquiera. Me dirigí al estudio de
Carlisle, sabía dónde buscar los documentos que necesitaba para poder salir del
país. Rápidamente los hallé y los metí igualmente a mi maleta vieja. Luego la
escondí con cuidado entre el armario hasta que pudiese hacer uso de ella.
Después de esta noche me quedaba
claro que todo podía pasar. Deseaba más que nada un poco de paz…
Mi familia al bajar a la sala de
estar se notaban apurados, con una expresión vacía. No me era grata esa imagen.
Sabía cuánto intentaban estar “bien” por mí, sólo por mí. Pero eso me daba
justo el efecto contrario.
—¿Cuánto tiempo más? —atiné a
preguntar.
—Medio día, un poco más quizá.
Los miré nuevamente.
—¡Basta! Dejen de preocuparse. No
hay nada de peligro en esto, carajo.
Luego de decir eso se quedaron
perplejos, estupefactos, yo estaba enfurecida, me fui del lugar corriendo. Ninguno
se molestó en gritarme para traerme de vuelta, mucho menos se atrevían a seguirme. Corrí. Me aniquilaba una
desesperación abismal, más y más, deseaba golpear algo hasta quedar sin fuerza
física, al fin y al cabo la fuerza de voluntad era casi nula. Me detuve un
momento y mi cuerpo tembló tanto que los pasos consecutivos me hicieron dejarme
tirada. Como pude me adentré a La Push.
Alguien se acercó a mi lado y miré de reojo,
un chico algo desaliñado, por supuesto era Seth.
—¡Hey, Nessie!
—Ah… Hola
Seth.
—¿Cómo va todo? Suenas desanimada.
—Desanimada es un adjetivo muy
pobre.
Torpemente se acercó y me propició
unas palmaditas en el hombro. Supuse que no sabía qué decir. Seth tal vez no lo
entendería, pero era un buen amigo y apreciaba su compañía. Hay compañías que a
pesar de que uno necesita plena soledad, no molestan, sino que hacen más
soportable el vacío.
—Lo sé. Algo me contó Jake, él
está igual o peor que tú. No ha habido mucha tranquilidad en nuestro mundo,
vaya cosa… No te desanimes o cualquier maldita palabra que sea, ¿sí? Mantén la
calma. Como sea, la manada está lista para pelear, si es necesario.
—No es una pelea lo que necesito,
pero se los agradezco mucho, son como mi segunda familia. Sentir su apoyo me
basta. Sé que no hay peligro pero hay un tipo de intuición que me dice
“Renesmee, huye, huye ahora”. ¿Muy idiota, no? ¡Bah! Ya no sé si escucharme a
mí misma o no, creo que estoy perdiendo la cabeza… Por cierto, ¿Jake está…?
—En casa, puedo acompañarte hasta
allá.
—No, no, no es necesario. Le veré
después. Hoy será un día difícil, ya no quiero incomodarlo. Debo volver a casa,
salí molesta y sin avisar. Cuídate, Seth.
Nos despedimos con un “hasta al
rato” y un abrazo ligero. Por mi parte me despedí de La Push, de Forks, de Jacob, de todo. Puede que volviese pronto o que no lo hiciera nunca más. El destino
podría depararme distintos caminos.
Esperaba que no hubiese nadie en
casa, así podría salir de ahí, ésa era mi coartada. A pesar de que mi familia
me había dado la opción de irme, sabía que alguno de ellos tendría que venir
conmigo, por consiguiente correría peligro, cualquiera que fuera. Demente o no,
si mi yo interior me decía “huye”, no hay duda, huiría. Ante el instinto humano -si es que me está permitido decir "humano" en mi caso- no hay barreras.
En efecto, nadie en casa. Era el momento para
tomar la maleta que antes había preparado, no tuve mucho tiempo, sólo me aseguré de no dejar rastro de adónde
me dirigía. Salí de casa, de a poco cerré la puerta de entrada…
—¿Te vas?
¡Maldita sea! ¡Jacob!
—No.
—¿Vas de día de campo, entonces?
—No seas absurdo. Día de campo
aquí, en el lugar más soleado del mundo entero, y más aún en éste preciso
momento.
Me tomó por los dos hombros y
comenzó a agitar mi cuerpo de adelante hacia atrás para hacerme entrar en
razón.
—Renesmee no voy a dejarte
marchar, de por sí es estúpido quedarse, pero irse… ¿¡IRSE!? ¡Estás
completamente loca!
—Lo sé, me lo dije antes de que
llegaras. ¡¿Pero por qué eres tan inoportuno?!
—Creo que lo sabes—su voz se tornó
a un tinte más dulce—y por eso no puedo permitir que te vayas. No es nada
sencillo sobrellevar el miedo de perderte.
Me inundó un calor y bajé la
vista.
—Vas a estar bien, Nessie. Tú y
todo lo que te hace estar de tal forma lo estará.
—Huye conmigo, Jacob.
—No sería justo abandonar a tu
familia, y a la tribu de tal manera.
—No comprendes, si me voy, ellos
sabrán que no estoy aquí, que por consiguiente tú tampoco lo estás. Y eso hará
que no tengan más que ver aquí, se irán… Dejarán a nuestra familia en paz. O
bueno, al menos me dan tiempo de salida.
—Afuera hay cosas mucho más
terribles que los Vulturi, no me pidas verte marchar. Yo sólo puedo protegerte donde
estás, no donde escapas de mis manos.
—No hubieses llegado ahora, Jake.
Me obligas a quedarme, o a llevarte conmigo. Entiendo, no vas a mover un dedo…
No es cosa sencilla, ya no más.
—La decisión es toda tuya.
—Ya no.
Lo miré fijo a los ojos deseando
que decidiera ir conmigo, yo ya no podría quedarme, la decisión estaba tomada
por mi parte. Aunque la parte “mía” era la de menor proporción. Y puede que
Jake no tuviera deseos de ir. Se acercó más a mí, soltó un suspiro y posó su
frente en mi hombro izquierdo.
—Necesitaré ropa y comida, mucha
comida.
Solté un grito ahogado de
felicidad, lo tomé de la cara para besarle las mejillas. La seguridad volvía a
mí. Con la seguridad regresó la esperanza.
—Ahora dame tu maleta. ¿Qué traes…
piedras? —fingió un gemido.
—Pues a decir verdad tengo una
colección…
—No sabía que coleccionaras
piedras.
—¡No lo hago! ¡Cabeza de
alcornoque!
—Oye, oye…
—Lo siento—me reí
estruendosamente, el recuerdo me hizo callar—Se hace tarde. ¿Cuál es el plan?
—Improvisar.
El crepúsculo se veía cercano. Mi
crepúsculo también.
No tenía miedo, o eso creía. Hasta
no vivirlo en carne propia de nuevo no sabría definirlo. No es como si fuese a
morir en ese preciso momento, o alguien de nosotros. Era un presentimiento
distinto, pero como todo presentimiento era por no decir absurdo, apresurado. A
destiempo.
Estar sola en casa me hacía
deprimirme demasiado, me gustaba estar conmigo, pero con la “yo” que sonreía
con frecuencia y tenía pensamientos de trivialidades bárbaras y divertidas. Ésa
se había atenuado, andaba como cansada de la vida. Y eso que apenas si había
vivido. Por ello me alegraba ir de camino lejos de la soledad con Jacob, porque
sólo él sabía acompañarla, abrazarla.
Como “flashback” recordé tiempo
atrás cómo mi madre prevía que de no salir bien la situación yo debería partir
de ahí junto con Jacob, e irme de ellos… tal vez para siempre. “Te amo” dijo.
“Más que nada.”
Me aferré al relicario, aquella y
ésta noche. Lo llevaba colgado al pecho, junto muy junto al corazón. Siempre
estaríamos juntas, incluso cuando no. Ella se despedía de mí, pero yo no pude
emitir ningún adiós. Ni podría hacerlo justo ahora. Ojalá entendiera porqué me
iba y no hiciera nada estúpido, nada que yo no haría. ¡NO! Corrección, yo era
la que hacía las cosas más estúpidas, sería mejor que no hiciera nada de lo que
yo haría.
Jake me dejó oculta tras unos
arbustos detrás de su casa, él se metió para sacar lo indispensable. No supe si
dejó alguna nota porque salió casi enseguida y partimos corriendo esperando
pasar desapercibidos. Recorrimos alrededor de 20 kilómetros cuando me pidió que
nos detuviéramos.
—Es mi turno de llevarte.
—Puedo correr rápido, descuida, no
es ningún problema para mí.
—Lo siento, no es opcional.
Se puso de espaldas a mí para
quitarse la playera, preferí darme vuelta también y darle más privacidad. Ni
siquiera escuché su paso, sólo sentí su pelaje suave tocando mi piel. Le di
unas palmaditas en el lomo. Era un animal precioso.
—Hora de irnos.
Las siguientes horas ni siquiera las vi pasar, iba aferrada al lomo del lobo. Él no sólo me llevaba en los hombros, también cargaba a mi mundo entero junto conmigo y yo estaría agradecida por la eternidad.
Las siguientes horas ni siquiera las vi pasar, iba aferrada al lomo del lobo. Él no sólo me llevaba en los hombros, también cargaba a mi mundo entero junto conmigo y yo estaría agradecida por la eternidad.
Oregón fue el primer sitio donde
nos detuvimos. La multitud de gente era exuberante, en Forks la población era
muy pequeña y eso me gustaba. Buscamos algo que fuese más ad hoc a lo que
estábamos acostumbrados pero en una ciudad tan grande no fue cosa sencilla. A
través de algunos enormes cartelones de publicidad dimos con la región de
Takilma donde hallamos un hotel arbóreo. Ya en el sitito, bueno, qué decir, la
vista era impresionante. Soberbio paisaje. Juntaban a la naturaleza con la mano del hombre de una forma armoniosa. Además, por suerte, no era tiempo de
vacaciones, lo que hacía que el lugar fuese tranquilo. Nuestra casa de árbol
estaba situada en un roble fuerte, único en su clase. Ahí nos hospedaríamos un
día o dos, según como fuese transcurriendo la situación.
Para dar con la entrada de nuestro pequeño dormitorio había que pasar por un puente amaderado que daba a su balcón. Jake entró y situó nuestras cosas en la única mesa que había. Yo seguía maravillada con el balcón, ni siquiera podía entrar a la casa. El aire fresco, limpio. La tenue luz que se divisaba entre las copas de los árboles y se iba degradando a medida que bajaba del cielo. Era un escenario indefinible. No era como tener nuestro hogar, uno cualquiera cerca de un bosque, esto era tener un bosque como hogar...
Para dar con la entrada de nuestro pequeño dormitorio había que pasar por un puente amaderado que daba a su balcón. Jake entró y situó nuestras cosas en la única mesa que había. Yo seguía maravillada con el balcón, ni siquiera podía entrar a la casa. El aire fresco, limpio. La tenue luz que se divisaba entre las copas de los árboles y se iba degradando a medida que bajaba del cielo. Era un escenario indefinible. No era como tener nuestro hogar, uno cualquiera cerca de un bosque, esto era tener un bosque como hogar...
—Ven.
Tomó mi muñeca adentrándome a la
casa. No tenía ansias de apartarme de aquél escenario, pero opté por entrar,
conocer lo que sería mi hogar por algunas horas. Las paredes eran blancas, daba
un aspecto limpio, frío si se miraba demasiado pero impecable.
—La cama es mía.
—¿Sólo hay una?
—Y un sofá, ¿basta, no?
—No sé, pregúntatelo a ti mismo.
—Ness… la cama era mía.
—¡Qué listo! ¡Era! —me reí—Sólo
bromeo. Duerme donde desees. No siento que Morfeo llegue pronto a mí.
La cama estaba en una parte alta,
Jacob estaba algo cansado así que tomó una ducha rápida y fue a dormir. Yo me
quedé viendo el lugar, pensando. Por suerte encontré un pequeño baúl con libros
dentro. Decenas. Tomé uno cualquiera. Eso ayudaría a disipar mi acrecentada locura. En realidad no estaba nada preocupada, ni un ápice. Estando Jake conmigo me haría invencible.
Debía creerlo.
Abrí el libro y olisqueé como
acostumbraba, su olor era agridulce por lo viejo. Era una antología de poesía
de una autora que no recordaba haber escuchado, Wislawa Szymborska.
“Ambos están
convencidos
de que los ha
unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa
seguridad,
pero la
inseguridad es más hermosa.”
¿La inseguridad podría ser
hermosa? Cavilé. Lo era. La inseguridad te hacía arropar con agallas al
sentimiento, no soltarlo, agarrarlo con todas las fuerzas. La inseguridad es
hermosa si se sabe llevarla por buen camino, de mano de la fe y la espera. Es
hermoso no saber que uno amanecerá al día siguiente porque no se preocupa por
ello sino sólo por ser feliz sin darse cuenta, ejerce su cotidianidad sin precedentes…
Con tal razonamiento me fui a
acostar, Jake ya soñaba. No conmigo. Estaba muy cerca como para que pensara en
mí. Acaricié su cabello, era suave, sedoso. El tacto me provocaba una descarga
eléctrica en todo el cuerpo. Dije “Gracias”. Sabía que extrañaría Forks, La
Push, a los Black, su manada... Un simple agradecimiento no bastaría. Ni para
él, ni para mi familia que dejé a la deriva. Ojalá no lastimase a nadie, ni a
mí. No había vuelta de hoja. Me acurruqué a la orilla de la cama entre mares de
pensamientos melancólicos, puede que llorara, no supe si el llanto seco se
define como “llorar”, al final me perdí en un sueño profundo.
“A lo lejos se escuchó la cerradura de la puerta principal, un forcejeo.
—¡Renesmee!
—¿Es hora?
—Lo es.
Era la misma imagen de años atrás, la misma, excepto por la el suelo
cubierto de nieve. Curiosa reunión familiar. Nosotros tomamos el lugar que nos
correspondía, no como posición de batalla. Pelear no era el plan.
No vi ningún lobo, excepto Jake, pero él ahora se postraba a un lado
mío, muy cerca, podía escuchar su palpitar, pero era obvio que no era una
taquicardia a razón del miedo. Sigiloso pasó sus dedos entre los míos, tomó con
fuerza mi mano. Me relajó su contacto.
Un minuto más, un abrir y cerrar de ojos.
Y ahí, de frente, ellos…
Marchaban armoniosamente, casi danzando. Era su forma de mostrar cuán
ególatras podían llegar a ser. Avanzaban lento, no había ápice de ansiedad, ni
presión. Su seguridad daba temor.
Aro me tendió una mano a lo lejos, yo sin dudarlo me acerqué. Solté a
Jacob despacio para sentir su último roce. Él no quiso detenerme, mis padres
tampoco lo hicieron. Después de todo, la supuesta confianza que ellos tenían
era una forma de respaldo.
—Mi pequeña Renesmee, eres aún más hermosa de lo que recuerdo. Tus dones
no escatiman.
—Y yo apenas si te recuerdo.
—¡Oh! No es necesario que me
recuerdes, no a mí, de qué valdría la pena.
—Me complace mucho su visita.
—A nosotros nos complace mucho más
volver a verte.
Aro se inclinó hacia mí y tomó mi
mano para besarla. Extraño gesto.
—No hay de qué preocuparse, como
dije, es sólo una grata visita. Permítenos hablar a solas con tu querida
familia.
Asentí, me retiré como derrotada.
¿Qué había sido todo eso? ¿Un engaño? Para nada esperaba un acto pacifista.
¡Vaya forma de burlarse de mí! Me sentí tan decepcionada.
Pero mejor una tregua a una
guerra. Algo en mí volvió a su lugar, tranquilizándome. Puede que me haya
equivocado pensando en catástrofes de grandes proporciones. La gente puede
cambiar…
Supongo.”
[1] Se
refiere al nodo que transmite el impulso eléctrico al corazón, hace que éste se
contraiga y relaje, es decir, lata.