jueves, mayo 09, 2013

XIV. Huir de mí


Jacob:
Escribo esto porque soy de las que creen que el viento se lleva las palabras. Siempre busco la eternidad a pesar de tenerla. Quizá porque continuamente dudo en si la merezco. Sin embargo hay más de una incertidumbre que me mata. Y no he podido decirte las palabras que esperas y que yo misma espero. El peso de este corazón se vuelve más y más denso. No aguanto más, Jake. Decidí que si tú me lo has dicho, por qué yo no habría de ser lo suficientemente valiente, debo serlo. A estas alturas no sé cuál sea un acto valeroso, si quedarme o huir.  
Te quiero.  Te quiero por todo lo que eres,  tus memorias y anhelos. Por cada sonrisa que ilumina tu rostro, cada tristeza, cada momento de valentía. Te quiero, Jacob y no espero que me entiendas. Sé que has dicho que de mi parte no esperas nada, ni yo lo espero de tu  parte, nuestro tiempo no ha llegado, puede que sea eso. Igual sé que sólo tú comprendes mis palabras abstractas, surrealistas. En estas cosas no se manda, y aún así si tuviese elección, te elegiría. Decir que te quiero es mi forma sutil de agradecer tu existencia. Supongo que así es como debía ser, no siempre hay casualidades, mi corazón palpitante no lo es, hay una razón más fuerte que mi nodo sinusual*[1] como para que éste lata, y me proporcione la vida…
No imagino al mundo sin tu presencia.
Te quiero, sólo eso.

Renesmee C.
Me liberé. Escribí tal carta justo detrás de la primera hoja de mi libro de Alexandre Dumas. La dejé ahí, no me atrevía a arrancarla. Eché una rápida mirada hacia el reloj: 4:43 am.
Aquella noche (¿o he de decir madrugada?) era fría, comenzaba a llover y las gotas de su precipitación se escuchaban al estrellarse con la ventana. Los rayos estruendosos me hacían temblar hasta estremecerme.
De a poco se calmó la lluvia exterior, pero mi lluvia interna seguía perenne al igual que mi preocupación.
Sólo quedaba esperar. ¿A qué, a mi posible muerte? No. No iba a quedarme a esperar la muerte, apresuraría el momento.
Conseguí una maleta pequeña pero con el suficiente espacio para lo necesario. Luego de meter ropa, libros, tenis y demás cosas importantes me di a la tarea de dejar una nota en el libro antes escrito donde indicaba que debía ser entregado a él. Lo deposité en el centro de la cama para que fuese visible para cualquiera. Me dirigí al estudio de Carlisle, sabía dónde buscar los documentos que necesitaba para poder salir del país. Rápidamente los hallé y los metí igualmente a mi maleta vieja. Luego la escondí con cuidado entre el armario hasta que pudiese hacer uso de ella.

Después de esta noche me quedaba claro que todo podía pasar. Deseaba más que nada un poco de paz…
Mi familia al bajar a la sala de estar se notaban apurados, con una expresión vacía. No me era grata esa imagen. Sabía cuánto intentaban estar “bien” por mí, sólo por mí. Pero eso me daba justo el efecto contrario.  
—¿Cuánto tiempo más? —atiné a preguntar.
—Medio día, un poco más quizá.
Los miré nuevamente.
—¡Basta! Dejen de preocuparse. No hay nada de peligro en esto, carajo.
Luego de decir eso se quedaron perplejos, estupefactos, yo estaba enfurecida, me fui del lugar corriendo. Ninguno se molestó en gritarme para traerme de vuelta, mucho menos se atrevían a  seguirme. Corrí. Me aniquilaba una desesperación abismal, más y más, deseaba golpear algo hasta quedar sin fuerza física, al fin y al cabo la fuerza de voluntad era casi nula. Me detuve un momento y mi cuerpo tembló tanto que los pasos consecutivos me hicieron dejarme tirada. Como pude me adentré a La Push.
 Alguien se acercó a mi lado y miré de reojo, un chico algo desaliñado, por supuesto era Seth.
—¡Hey, Nessie!
—Ah… Hola Seth.
—¿Cómo va todo? Suenas desanimada.
—Desanimada es un adjetivo muy pobre.
Torpemente se acercó y me propició unas palmaditas en el hombro. Supuse que no sabía qué decir. Seth tal vez no lo entendería, pero era un buen amigo y apreciaba su compañía. Hay compañías que a pesar de que uno necesita plena soledad, no molestan, sino que hacen más soportable el vacío.
—Lo sé. Algo me contó Jake, él está igual o peor que tú. No ha habido mucha tranquilidad en nuestro mundo, vaya cosa… No te desanimes o cualquier maldita palabra que sea, ¿sí? Mantén la calma. Como sea, la manada está lista para pelear, si es necesario.
—No es una pelea lo que necesito, pero se los agradezco mucho, son como mi segunda familia. Sentir su apoyo me basta. Sé que no hay peligro pero hay un tipo de intuición que me dice “Renesmee, huye, huye ahora”. ¿Muy idiota, no? ¡Bah! Ya no sé si escucharme a mí misma o no, creo que estoy perdiendo la cabeza… Por cierto, ¿Jake está…?
—En casa, puedo acompañarte hasta allá.
—No, no, no es necesario. Le veré después. Hoy será un día difícil, ya no quiero incomodarlo. Debo volver a casa, salí molesta y sin avisar. Cuídate, Seth.

Nos despedimos con un “hasta al rato” y un abrazo ligero. Por mi parte me despedí de La Push, de Forks, de Jacob, de todo. Puede que volviese pronto o que no lo hiciera nunca más. El destino podría depararme distintos caminos.
Esperaba que no hubiese nadie en casa, así podría salir de ahí, ésa era mi coartada. A pesar de que mi familia me había dado la opción de irme, sabía que alguno de ellos tendría que venir conmigo, por consiguiente correría peligro, cualquiera que fuera. Demente o no, si mi yo interior me decía “huye”, no hay duda, huiría. Ante el instinto humano -si es que me está permitido decir "humano" en mi caso- no hay barreras. 
En efecto, nadie en casa. Era el momento para tomar la maleta que antes había preparado, no tuve mucho tiempo,  sólo me aseguré de no dejar rastro de adónde me dirigía. Salí de casa, de a poco cerré la puerta de entrada…
—¿Te vas?
¡Maldita sea! ¡Jacob!
—No.
—¿Vas de día de campo, entonces?
—No seas absurdo. Día de campo aquí, en el lugar más soleado del mundo entero, y más aún en éste preciso momento.
Me tomó por los dos hombros y comenzó a agitar mi cuerpo de adelante hacia atrás para hacerme entrar en razón.
—Renesmee no voy a dejarte marchar, de por sí es estúpido quedarse, pero irse… ¿¡IRSE!? ¡Estás completamente loca!
—Lo sé, me lo dije antes de que llegaras. ¡¿Pero por qué eres tan inoportuno?!
—Creo que lo sabes—su voz se tornó a un tinte más dulce—y por eso no puedo permitir que te vayas. No es nada sencillo sobrellevar el miedo de perderte.
Me inundó un calor y bajé la vista.
—Vas a estar bien, Nessie. Tú y todo lo que te hace estar de tal forma lo estará.
—Huye conmigo, Jacob.
—No sería justo abandonar a tu familia, y a la tribu de tal manera.
—No comprendes, si me voy, ellos sabrán que no estoy aquí, que por consiguiente tú tampoco lo estás. Y eso hará que no tengan más que ver aquí, se irán… Dejarán a nuestra familia en paz. O bueno, al menos me dan tiempo de salida.
—Afuera hay cosas mucho más terribles que los Vulturi, no me pidas verte marchar. Yo sólo puedo protegerte donde estás, no donde escapas de mis manos.
—No hubieses llegado ahora, Jake. Me obligas a quedarme, o a llevarte conmigo. Entiendo, no vas a mover un dedo… No es cosa sencilla, ya no más.
—La decisión es toda tuya.
—Ya no.
Lo miré fijo a los ojos deseando que decidiera ir conmigo, yo ya no podría quedarme, la decisión estaba tomada por mi parte. Aunque la parte “mía” era la de menor proporción. Y puede que Jake no tuviera deseos de ir. Se acercó más a mí, soltó un suspiro y posó su frente en mi hombro izquierdo.
—Necesitaré ropa y comida, mucha comida.
Solté un grito ahogado de felicidad, lo tomé de la cara para besarle las mejillas. La seguridad volvía a mí. Con la seguridad regresó la esperanza.
—Ahora dame tu maleta. ¿Qué traes… piedras? —fingió un gemido.
—Pues a decir verdad tengo una colección…
—No sabía que coleccionaras piedras.
—¡No lo hago! ¡Cabeza de alcornoque!
—Oye, oye…
—Lo siento—me reí estruendosamente, el recuerdo me hizo callar—Se hace tarde. ¿Cuál es el plan?
—Improvisar.

El crepúsculo se veía cercano. Mi crepúsculo también.
No tenía miedo, o eso creía. Hasta no vivirlo en carne propia de nuevo no sabría definirlo. No es como si fuese a morir en ese preciso momento, o alguien de nosotros. Era un presentimiento distinto, pero como todo presentimiento era por no decir absurdo, apresurado. A destiempo.
Estar sola en casa me hacía deprimirme demasiado, me gustaba estar conmigo, pero con la “yo” que sonreía con frecuencia y tenía pensamientos de trivialidades bárbaras y divertidas. Ésa se había atenuado, andaba como cansada de la vida. Y eso que apenas si había vivido. Por ello me alegraba ir de camino lejos de la soledad con Jacob, porque sólo él sabía acompañarla, abrazarla.
Como “flashback” recordé tiempo atrás cómo mi madre prevía que de no salir bien la situación yo debería partir de ahí junto con Jacob, e irme de ellos… tal vez para siempre. “Te amo” dijo. “Más que nada.”
Me aferré al relicario, aquella y ésta noche. Lo llevaba colgado al pecho, junto muy junto al corazón. Siempre estaríamos juntas, incluso cuando no. Ella se despedía de mí, pero yo no pude emitir ningún adiós. Ni podría hacerlo justo ahora. Ojalá entendiera porqué me iba y no hiciera nada estúpido, nada que yo no haría. ¡NO! Corrección, yo era la que hacía las cosas más estúpidas, sería mejor que no hiciera nada de lo que yo haría.

Jake me dejó oculta tras unos arbustos detrás de su casa, él se metió para sacar lo indispensable. No supe si dejó alguna nota porque salió casi enseguida y partimos corriendo esperando pasar desapercibidos. Recorrimos alrededor de 20 kilómetros cuando me pidió que nos detuviéramos.
—Es mi turno de llevarte.
—Puedo correr rápido, descuida, no es ningún problema para mí.
—Lo siento, no es opcional.
Se puso de espaldas a mí para quitarse la playera, preferí darme vuelta también y darle más privacidad. Ni siquiera escuché su paso, sólo sentí su pelaje suave tocando mi piel. Le di unas palmaditas en el lomo. Era un animal precioso.
—Hora de irnos.
Las siguientes horas ni siquiera las vi pasar, iba aferrada al lomo del lobo. Él no sólo me llevaba en los hombros, también cargaba a mi mundo entero junto conmigo y yo estaría agradecida por la eternidad. 
Oregón fue el primer sitio donde nos detuvimos. La multitud de gente era exuberante, en Forks la población era muy pequeña y eso me gustaba. Buscamos algo que fuese más ad hoc a lo que estábamos acostumbrados pero en una ciudad tan grande no fue cosa sencilla. A través de algunos enormes cartelones de publicidad dimos con la región de Takilma donde hallamos un hotel arbóreo. Ya en el sitito, bueno, qué decir, la vista era impresionante. Soberbio paisaje. Juntaban a la naturaleza con la mano del hombre de una forma armoniosa. Además, por suerte, no era tiempo de vacaciones, lo que hacía que el lugar fuese tranquilo. Nuestra casa de árbol estaba situada en un roble fuerte, único en su clase. Ahí nos hospedaríamos un día o dos, según como fuese transcurriendo la situación. 
Para dar con la entrada de nuestro pequeño dormitorio había que pasar por un puente amaderado que daba a su balcón. Jake entró y situó nuestras cosas en la única mesa que había. Yo seguía maravillada con el balcón, ni siquiera podía entrar a la casa. El aire fresco, limpio. La tenue luz que se divisaba entre las copas de los árboles y se iba degradando a medida que bajaba del cielo. Era un escenario indefinible. No era como tener nuestro hogar, uno cualquiera cerca de un bosque, esto era tener un bosque como hogar...
—Ven.
Tomó mi muñeca adentrándome a la casa. No tenía ansias de apartarme de aquél escenario, pero opté por entrar, conocer lo que sería mi hogar por algunas horas. Las paredes eran blancas, daba un aspecto limpio, frío si se miraba demasiado pero impecable.
—La cama es mía.
—¿Sólo hay una?
—Y un sofá, ¿basta, no?
—No sé, pregúntatelo a ti mismo.
—Ness… la cama era mía.
—¡Qué listo! ¡Era! —me reí—Sólo bromeo. Duerme donde desees. No siento que Morfeo llegue pronto a mí.

La cama estaba en una parte alta, Jacob estaba algo cansado así que tomó una ducha rápida y fue a dormir. Yo me quedé viendo el lugar, pensando. Por suerte encontré un pequeño baúl con libros dentro. Decenas. Tomé uno cualquiera. Eso ayudaría a disipar mi acrecentada locura. En realidad no estaba nada preocupada, ni un ápice. Estando Jake conmigo me haría invencible. Debía creerlo.
Abrí el libro y olisqueé como acostumbraba, su olor era agridulce por lo viejo. Era una antología de poesía de una autora que no recordaba haber escuchado, Wislawa Szymborska.

“Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.”

¿La inseguridad podría ser hermosa? Cavilé. Lo era. La inseguridad te hacía arropar con agallas al sentimiento, no soltarlo, agarrarlo con todas las fuerzas. La inseguridad es hermosa si se sabe llevarla por buen camino, de mano de la fe y la espera. Es hermoso no saber que uno amanecerá al día siguiente porque no se preocupa por ello sino sólo por ser feliz sin darse cuenta, ejerce su cotidianidad sin precedentes…
Con tal razonamiento me fui a acostar, Jake ya soñaba. No conmigo. Estaba muy cerca como para que pensara en mí. Acaricié su cabello, era suave, sedoso. El tacto me provocaba una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Dije “Gracias”. Sabía que extrañaría Forks, La Push, a los Black, su manada... Un simple agradecimiento no bastaría. Ni para él, ni para mi familia que dejé a la deriva. Ojalá no lastimase a nadie, ni a mí. No había vuelta de hoja. Me acurruqué a la orilla de la cama entre mares de pensamientos melancólicos, puede que llorara, no supe si el llanto seco se define como “llorar”, al final me perdí en un sueño profundo.

“A lo lejos se escuchó la cerradura de la puerta principal, un forcejeo.
—¡Renesmee!
—¿Es hora?
—Lo es.
Era la misma imagen de años atrás, la misma, excepto por la el suelo cubierto de nieve. Curiosa reunión familiar. Nosotros tomamos el lugar que nos correspondía, no como posición de batalla. Pelear no era el plan.
No vi ningún lobo, excepto Jake, pero él ahora se postraba a un lado mío, muy cerca, podía escuchar su palpitar, pero era obvio que no era una taquicardia a razón del miedo. Sigiloso pasó sus dedos entre los míos, tomó con fuerza mi mano. Me relajó su contacto.
Un minuto más, un abrir y cerrar de ojos.
Y ahí, de frente, ellos…

Marchaban armoniosamente, casi danzando. Era su forma de mostrar cuán ególatras podían llegar a ser. Avanzaban lento, no había ápice de ansiedad, ni presión. Su seguridad daba temor.
Aro me tendió una mano a lo lejos, yo sin dudarlo me acerqué. Solté a Jacob despacio para sentir su último roce. Él no quiso detenerme, mis padres tampoco lo hicieron. Después de todo, la supuesta confianza que ellos tenían era una forma de respaldo.
—Mi pequeña Renesmee, eres aún más hermosa de lo que recuerdo. Tus dones no escatiman.
—Y yo apenas si te recuerdo.
—¡Oh! No es necesario que me recuerdes, no a mí, de qué valdría la pena.
—Me complace mucho su visita.
—A nosotros nos complace mucho más volver a verte.
Aro se inclinó hacia mí y tomó mi mano para besarla. Extraño gesto.
—No hay de qué preocuparse, como dije, es sólo una grata visita. Permítenos hablar a solas con tu querida familia.

Asentí, me retiré como derrotada. ¿Qué había sido todo eso? ¿Un engaño? Para nada esperaba un acto pacifista. ¡Vaya forma de burlarse de mí! Me sentí tan decepcionada.
Pero mejor una tregua a una guerra. Algo en mí volvió a su lugar, tranquilizándome. Puede que me haya equivocado pensando en catástrofes de grandes proporciones. La gente puede cambiar…

Supongo.”




[1] Se refiere al nodo que transmite el impulso eléctrico al corazón, hace que éste se contraiga y relaje, es decir, lata.

sábado, diciembre 29, 2012

XIII. Dulce hastío


Silencio. Frío. Hastío.
Distinguí una a una las voces que alcanzaba a percibir. Carlisle era el primero, sus términos médicos tan extraños o innecesarios eran inconfundibles. Dijo “cefalea”. Y sí, cefalea era lo que me causaban dichos términos.
Alice estaba allí, su suave y tenue voz susurraba, pero no supe qué, oía una que otra palabra pero juntándolas hubiese sido un sinsentido fatal.
Estaban también mis padres. Éstos últimos se notaban preocupados y como era de esperarse, tan exageradamente.  

Después de una larga plática acerca de mí todos se marcharon. Nunca me gustó oír acerca de mí, mucho menos cosas que tendían a la tristeza, pero hoy la ocasión lo ameritaba.
Abrí los ojos y sólo quedaba Carlisle. Me miró atónito, al parecer no esperaba que volviera en sí tan rápido y por un segundo me mostró una gentil sonrisa. Lo hacía para que no sospechara, quizá tenía algo de gravedad... pero sin duda, ése adorno en la cara me calmaba. Tocó mi frente, su mano era igual de gélida que un hielo.
—Estás mejor. ¿No es así?
— ¿Qué me sucedió? —pregunté totalmente desconcertada. Sólo recordaba que me había quedado platicando con mi padre la noche anterior y después... nada, absolutamente nada. Un punto ciego.
—Tuviste un desmayo a causa de la impresión, pero no te preocupes para nada. Sólo quédate en la cama reposando. Estás bien.
—Espera… ¿impresión? ¿Qué se supone que me impresionó de tal manera?
—Como dije, no te preocupes por nada.
—No es una respuesta.
—Lo es. Que no sea la que esperas es distinto.
—Supongo que gracias…
Odiaba reposar, era una chica muy inquieta, no podía estar quieta sólo reposando. Carlisle lo sabía y me advirtió que no lo hiciera.
—Será mejor que evites estar vagando por los alrededores. No hay razón para hacerlo Nessie.
Sí había razón. No exactamente yo con mis repentinos desmayos... era peor, mucho peor. Claro, era como cuando dicen en los medios de comunicación de los catástrofes y aún así “no pasa nada”. Hace tanto tiempo que "no pasa nada" y sigue pasando delante de nuestros ojos. Qué tontería...
—Volveré más tarde.
Carlisle se dio la vuelta y antes de que pudiera tocar la puerta lo llamé. Algo me incomodaba.
—¡Abuelo! —Me miró enseguida preocupado—¿No... no ha llamado nadie?
Parecía saber a qué me refería, soltó una risita antes de contestar.
—Sí te refieres a Jake, no, aún no ha llamado. Tampoco está enterado.
—¡No! Yo no... no lo decía por él sino que...
—Aunque lo intentes no se puede ocultar lo inevitable.
¿De verdad se notaba tanto? Quizá tenía algo de cierto, algunas cosas no se pueden ocultar y encabezaba la lista los sentimientos, la visceralidad que lleva uno dentro, su abismo emocional. Sobre todo éste que me estaba atormentando día y noche.
Carlisle salió de la habitación.


—¡Cálmate Bella, lo arreglaremos todo!
-¡¿Qué piensas hacer?!
Escuché gritos en la habitación anexa; eras mis padres. Decir que mi madre estaba molesta no era el término correcto, furiosa quizá lo era.
—¡No permitiré que le hagan daño a mi hija por ningún motivo!
—No seas absurda, Bella. ¿Crees que yo dejaría que suceda algo?
—¡No soy absurda, soy realista! Me preocupa Nessie. Ella también es nuestro mundo…
Hubo un silencio por unos minutos. Odiaba ser la causante de todo esto, yo no pedí estar así, no pedí ser así, no pedí enamorarme, no pedí nada de esto... pero si hubiera podido pedir algo, sería tener una eternidad pacifica.
Mi curiosidad fue mucho mayor que el respeto a su privacidad, me acerqué a la puerta entreabierta... ahí estaba la imagen que me destrozó en un parpadeo, me dejó indefensa y atonada el verla como llorando, por supuesto que no podía llorar, no podía, pero estaba haciéndolo.
—Encontraremos juntos una solución. ¿Te parece si vamos a hablar con ella ahora? También ella necesita tranquilidad, si nosotros no podemos serenarnos, ella estará peor.
Corrí a la recámara de nuevo y me acosté antes de que sospecharan que los había oído.
Entraron juntos. Ahí estábamos los tres en una misma habitación, tratando de ser fuertes en el interior para nos derrumbarnos en nosotros mismos. Qué debilidad.

— ¿Cómo sigues?— Preguntó mi madre, tratando de ponerme una sonrisa al igual que Carlisle pero a ella solo le salió una mueca efervescente.
— Mucho mejor—  mentí—  Siento haberles causado un gran susto.
— Disculpen—  Mi padre salió, dejándonos solas a mi madre y a mí.

— Eres aún muy pequeña  aunque no lo creas. Necesitas protección, Renesmee.
Ahí estaba otra vez la madre sobreprotectora que me desquiciaba tanto; pero por primera vez la comprendí.
— Ya no soy tan pequeña, entiende que he crecido y sé cuidarme bien, bueno, al menos lo intento aunque eso no quite que soy alguien torpe y tal vez me ocasione daños, no siempre voy a poder contra todo. Compréndeme,mamá.
—Sé lo que piensas. Que soy una sobreprotectora, ¿no es verdad? Y no es necesario poder leer mentes, no soy tu padre, pero soy tu madre y eso me hace conocer cada aspecto de ti. Eres una extensión de mí, hija. No te sobreprotejo, entiendo que debes de dañarte para poder aprender a alejarte de quien o que te lo causó y para ser más cuidadosa a partir de entonces, pero esto es distinto. Tú no vas a luchar contra los Vulturi sola, ¿cómo podrías? ¿Hablando? Ellos no son seres que deseen remendar hechos, al contrario, viven buscando asesinar, disfrutan de ello.

Acepté por vez primera que tenía razón.
¿Recuerdas?—  dijo tomando el relicario que había tenido conmigo durante tanto tiempo que ya era parte de mí, como un órgano más— Más que a mi propia vida... Esa es mi promesa.
— Te quiero—  le dije con las palabras llenas de un dulce bienestar sólo por el hecho de tenerla a mi lado.
Ésta vez no hizo una mueca, fue la mejor sonrisa que vi adornar su rostro. Si ella sonreía, nada podría ir tan mal después de todo. Mi familia y yo seríamos capaces de mantener nuestra estabilidad ante cualquier imposición. Eso era lo que me habían enseñado, que no había nada que pudiese interferir ante nuestra felicidad, a menos claro, que fuésemos nosotros  mismos quienes lo permitieran. La vida es de esa manera. Buscamos razones varias para hacernos infelices, y nos absorben, mientras que debiésemos engrandecer las pequeñas razones para mantenernos de pie. Mi parte humana era demasiado frágil, demasiado visceral; mi parte vampiro era necia, con ansías de proteger lo mío. Pudiese ser que me llegara a arriesgar pero prefería eso a poner en peligro a mi familia. Y sí, sabía a la perfección que la “pequeña”, la “indefensa” era yo. Pero debía ser fuerte, y hacer lo que siempre había hecho: resistir. Además, aún no había una guerra declarada. Sólo presentimientos, y premoniciones. Nada concreto. Podría irme, dar tiempo a saber qué querían los Vulturi de mí. Por ahora era mi única salida… ¿Pero adónde? ¿Con quién?


Volvió mi padre al cuarto, se notaba agitado.
—Renesmee, tiene visita. Bella, será mejor que bajemos ahora— noté que estaba molesto, aunque a mi parecer no por la misma razón por la que lo había estado antes. Ésta era distinta.
—Si necesitas algo, sólo avísame. Estaremos cerca.
Los dos salieron tomados de la mano, ese era un gesto único. Algo que decía que vivir no era respirar, no era tener un corazón palpitante, vivir era eso, amar.
Quedé sola, cerré los ojos de puro cansancio. De un tiempo para acá el mundo se me había vuelto una carga muy pesada. Ya no sentía tener la fuerza para seguir sosteniéndolo en mis hombros. Me derrumbaría en cualquier momento. Lo sentía venir… Ahora bien, ¿quién me visitaría? Bueno, no tenia tantos amigos como para que alguien viniera, y menos personas que se preocupasen por mí, pero...
Abrieron la puerta suavemente, con suma delicadeza, como temiendo al chirrido que suelen hacer. Mantuve los ojos cerrados.
—Nessie— murmuró aquella voz inconfundible para mí. Abrí los ojos instantáneamente. No podría ser otro más. Sólo él. Jake.
—¡Estás aquí!
—Siempre estoy contigo, pero no te percatas de ello— me dirigió una sonrisa melancólica.
—Lo lamento—dije acariciándole el brazo que postró justo al lado de mis piernas.
—¿Qué lamentas?
—El no ser consciente de lo mucho que… me haces falta.
Me tomó en brazos como si fuese de un material quebrantable. Temblé, supe que no era por el frío de Forks, no cuando él era un sol, pero no quemaba.
—¿Dónde estuviste, Jake? Me mantuviste al borde de la razón.
—No lo sé. Vagué durante horas sin dejar de correr. No había un destino.
—Lo había, pero huías de él.
—Renesmee, yo… —lo silencié postrando mi dedo índice sobre sus labios.
—Ya no me hables por hablar. Sólo no te vayas de nuevo. Ya fue demasiada ausencia.
Me incliné más a su pecho y me perdí allí en ese momento tan perfecto.
—¿Tú cómo estás?
—Bien, fue sólo la impresión que me causó la pérdida de conocimiento por unos minutos, nada de qué preocuparse.
—No me refiero a eso.
—Ah… pues… estoy. Pretendo seguir estando, mucho tiempo.
—Tu familia intenta llevarte lejos de Forks, es una opción factible, pero sabes que no es cualquier cosa, tú debes estar dispuesta.
—No sé. Lo pensé en su momento  pero no tengo adónde ir, ¿y luego qué? De cualquier forma no tengo muchas opciones, y cada eco del reloj es más y más aplastante. Y ¿sabes algo? Ya no quiero correr, no quiero huir. Lo que tenga que pasar, pasará, por mucho que quiera alargar su llegada— solté un suspiro hondo.
—No pasará nada. Esos malditos chupasangre se las verán conmigo.
—No seas tonto.
—No me subestimes—bufó.
—¿Que no subestime qué, lo terco y obstinado que puedes llegar a ser? —dije poniéndole los ojos en blanco.
—Renesmee...
—Basta, Jacob. No quiero discutir ahora, si te sucede algo me culparé toda mi existencia. Mantente aquí. Pase lo que pase, estaremos bien, tengo que creer en eso, hazme confiar, por favor. No hagas estupideces. Puedo mantenerme contigo, no sin ti.
—No hagas eso.
—¿Qué?
—Dejarme sin palabras y sin armas.
—Jake, escucha, mientras tú estuviste ausente pensé una y otra vez, casi hasta evaporarme. Uno no es consciente siempre de lo externo a nosotros, así que tampoco somos conscientes de nuestro interior por completo. Hay algo de lo que ahora soy consciente, yo quiero… —estaba a punto de decirte que sí, sentía algo más que sólo cariño pero me interrumpió.
—Dejaste una nota.
—La rompí.
—Y justo frente a la puerta de entrada. Si en verdad no querías que la viera debiste desintegrarla.
—Debí suponerlo.
—No eres la clase de persona a la que se le da eso de suponer correctamente—hizo una media sonrisa en gesto de burla.
—Jacob, Jacob… si tienes algo que decirme, dímelo.
—Escribiste, como suposición, claro, que eres una molestia para mí. Jamás había leído algo tan absurdo. Eres la única persona que no es un pesar, sino un alivio. Impregnas paz.

martes, junio 15, 2010

XII. Desconcierto ameno.

Distinguí una a una las voces que alcanzaba a percibir. Eran Carlisle, Alice y mis padres. Éstos últimos se notaban precupados y como era de esperarse, exageradamente.
Después de una larga plática acerca de mí todos se marcharon. Nunca me gustó oir acerca de mí, mucho menos cosas tristes, pero hoy la ocasi+on lo ameritaba.
Abrí los ojos y sólo quedaba Carlisle. Me miró atónito por un segundo y me mostró una gentil sonrisa. Lo hacía para que no sospechara, quizá tenía algo de gravedad... pero sin duda, ese adorno en la cara me calmaba. Tocó mi frente, su mano era igual de fria que un hielo o tal vez más, pero también, yo por lo menos era más cálida.
-Ya estás mejor.
-¿Qué me sucedió?-pregunté totalmente desconcertada. Solo recordaba que me había quedado platicando con mi padre y después... nada, absolutamente nada.
-Tuviste un desmayo a causa de la impresión, pero no te preocupes para nada. Sólo quedate en la cama reposando.
-Gracias.
Odiaba reposar, era una chica muy inquieta, no podía estar quieta solo reposando. Carlisle lo sabía y me advirtió que no lo hiciera.
-Será mejor que evites estar vagando por los alrededores. No hay razón para preocuparse Nessie.
Sí había razón. No exactamente yo con mis repentinos desmayos... era peor, mucho peor. Claro es como cuando dicen en los medios de comunicación de los desastres, pero no pasa nada. Hace tanto tiempo que "no pasa nada" y sigue pasando delante de nuestros ojos. Que tontería...
-Volveré más tarde.
Carlisle se dio la vuelta y antes de que pudiera tocar la puerta lo llamé. Algo me incomodaba.
-¡Abuelo!-Me miró enseguida preocupado.-¿No... no ha llamado nadie?
Parecía saber a qué me refería, soltó una risita antes de contestar.
-Sí te refieres a Jake, no, aún no ha llamado.
-¡No! Yo no... no lo decía por él sino que...
-Aunque lo intentes no sé puede ocultar, es inevitable.
¿De verdad se notaba tanto? Quizá es cierto, algunas cosas no se pueden ocultar y encabeza la lista los sentimientos. Sobre todo éste que me estaba atormentando día y noche.
-¡Calmate Bella, lo arreglaremos todo!
-¡¿Qué piensas hacer?!
Escuché gritos en la habitación anexa; eras mis padres. Como era de suponerse mi madre estaba no molesta, sino furiosa.
-¡No permitiré que le hagan daño a mi hija por ningún motivo!
-No seas absurda ¿Crees que yo dejaría que suceda algo?
-¡No soy absurda, soy realista! Me preocupa Nessie...
Hubo un silencio por unos minutos. Odiaba ser la causante de todo esto, yo no pedí estar así, no pedí ser así, no pedí enamorarme, no pedí ... pero si hubiera podido pedir algo, sería tener una eternidad pacifica.
Mi curiosidad fue mucho mayor que el respeto a su privacidad, me acerqué a la puerta entreabierta... ahí estaba la imagen que me destrozó en un parpadeo, me dejó indefensa y atonada el verla llorando por mi causa.
-Encontraremos juntos una solución. ¿Te parece si vamos a verla?
Corrí a la recámara de nuevo y me acosté antes de que sospecharan que los había oído.
Entraron juntos. Ahí estabamos los tres en una misma habitación, tratando de ser fuertes en el interior para nos derrumbarnos en nosotros mismos.
-¿Cómo sigues?- Preguntó mi madre, tratando de ponerme una sonrisa al igual que Carlisle pero a ella solo le salió una mueca.
-Mucho mejor- Mentí.- Siento haberles causado un gran susto.
-Disculpen.- Mi padre salió, dejandonos solas.
-Eres aún muy pequeña, aunque no lo creas. Necesitas protección.
Ahí estaba otra vez la madre sobreprotectora que me desquiciaba tanto; pero por primera vez la comprendí.
-Ya no soy tan pequeña, entiende que he crecido y se cuidarme bien, aunque eso no quite que soy alguien torpe y tal vez me ocasione daños, no siempre voy a poder contra todo. Comprendeme.
-¿Recuerdas?- dijo tomando el relicario que habia tenido conmigo durante tanto tiempo, era parte de mí, como un organo más. -Más que a mi propia vida...
Era el mejor momento con ella. Era también como una promesa, ella cuidaba de mí y yo le correspondería cuidando de ella.
-Te quiero.- Le dije con las palabras llenas de bienestar por tenerla a mi lado.
-Yo a tí.- Ésta vez no hizo una mueca, fue la mejor sonrisa que vi adornar su rostro.

Mi padre volvió llamandonos, estaba apurado.
-Nessie tiene visita, Bella, será mejor que bajes ahora.- Noté que estaba molesto, aunque no por la misma razón por la que lo había estado antes. Era distinto.
-Sí deseas algo avisame... estaremos cerca.
Los dos salieron tomados de la mano, cerraron la puerta. Quedé sola, cerre los ojos de cansancio.
¿Quién me visitaría? Bueno, no tenia tantos amigos como para que alguien viniera, pero...
Abrieron la puerta suavemente, con suma delicadeza.
-Nessie- murmuró aquella voz inconfundible para mí. Abrí los ojos intantaneamente.
-¡¡¡Jake!!!

sábado, enero 30, 2010

XI. Los problemas no son exclusivos del corazón

La luz de las pequeñas arañas de cristal que colgaban del techo en aquél lugar me deslumbraba, a pesar de que era muy leve me resultaba  un torrente lumínico. Lo que menos deseaba era ver la oscuridad, pero eso no era sinónimo de querer quedarme ciega por el efecto contrario.

El tictac del reloj era igualmente estruendoso, más insoportable. Zumbaba en mis oídos y era todo cuando podía escuchar, ese maldito tictac-queo. Mientras una mesera se acercó a donde estaba al percatarse de que alguien al fin ocupaba dicho lugar. Luego de pedir sólo un cuba libre ella regresó a traérmelo.
Bebía lento, no para disfrutar más la bebida o saborearla, más bien para no tener que marcharme prontamente.

En una de las esquinas estaba instalado un reloj de pared al estilo “vintage”, era una única pieza. Estaba tan percudido que apenas se notaba su dorado. Su fondo eran engranes, uno sobre otro y otro. Su tamaño era lo suficientemente grande para que desde cualquier lugar dentro del establecimiento pudieran consultar el tiempo que seguían gastado allí. Yo llevaba apenas cincuenta minutos. Había salido temprano de casa y di varias vueltas pensando en un lugar ideal para pensar. Envidiablemente éste lo era.
Me senté tan apartada de la vista de cualquier persona como pude, justo en un rincón en donde yo podía ver a los demás, pero ellos a mí no. Era un buen sitio para ocultarme de la multitud.
Había escogido para pasar la tarde ir a un restaurante pequeño al azar. La música de fondo era agradable, tenían piezas de jazz. Luego de una media hora que hube llegado, la música de estudio se detuvo para que una cantante comenzara a interpretarla a dúo con un piano. Distinguí algunas notas de The piano man.

Probablemente estar sola en una mesa para dos no era lo más triste en aquellos momentos, ni siquiera era algo que me hiciera tanto ruido. Había parejas que estaban más solos que yo, ensimismados, se miraban, se besaban, se sonreían con discreción, pero no, en definitiva no se amaban. No había en ellos emoción, ninguna llama, su interior era un invierno.

Sentí la mirada de alguien, volteé para observar quién posaba sus ojos en mí. A dos mesas de donde me hallaba había un tipo que igual venía solo, su facha era muy casual, llevaba una camisa negra y pantalones de mezclilla. Cuando se percató de que lo vi sólo bajó la vista. Luego volvió a mirarme y se la sostuve un momento, después lo barrí. Yo seguí tomando mi bebida, estaba tan harta como para estar pensando en cualquier otra persona, desconocida además.
—Disculpa…
¡¿Qué?! El tipo de la mesa contigua estaba justo delante de mí. ¡Carajo!
—¿Sí?
—Veo que estás sola, y bueno, sólo me preguntaba si me permitirías acompañarte.
—En realidad no me molestaría pero… —antes de terminar él se sentó, yo puse los ojos en blanco y continué— pero estaba intentando alejarme de los demás, como sea ya te sentaste,
—Lo siento, aún puedo irme si lo deseas.
—Da igual, ya estás aquí.
—Al menos déjame prendarte con tu nombre como ya lo hice contigo— reí por lo absurdo.
—Renesmee.
—Tu nombre es hermoso. Mucho gusto— me tendió su mano para estrecharla pero me le quedé mirándola por lo suficiente tiempo para que él la apartara.
—¿Es ese es protocolo, no? Decir lo mismo al presentarse, siempre. Vamos, todos lo hacen, no esperes que yo igual. ¿Cuál es tu nombre?
—Lo digo enserio. No por nada sentí una atracción hasta ti… Soy John.
—John…
—¿Por qué has venido sola a éste sitio?
—Es un buen sitio para toparse con los hombres equivocados. Pero no, no estoy interesada en algo, así que prefiero desilusionarte de una buena vez.
—Me gusta tu cinismo. Salgamos otro día, si no estás de humor hoy. ¿Qué tal?
—En verdad no me interesas.
Tomé mi bolso que yacía a lado mío y luego de pagar la cuenta salí furiosa del lugar. Caminaba con rapidez, pero al parecer el sujeto me seguía, yo iba con la vista hacia el suelo, me topé con alguien a quien golpeé por descuido al caminar. Pero en cambio esa persona fue quien se detuvo y me pidió disculpas al momento en que me tomó de un hombro.
—Disculpa… ¿Renesmee?
Mi cara de perplejidad era evidente, recordaba a dicho hombre pero no cómo se llamaba. Ni siquiera de dónde le conocía. Era algo alto, de tez morena y cabello largo color negro, lo llevaba recogido en una coleta.
—Soy Nahuel. No me recuerdas, ¿cierto?
—Lo cierto es que no, no te recuerdo.
—Lo sé, y no deberías. Sería sumamente raro que sí, igual eras muy pequeña como para dejarme en tu mente. Pero vaya que tu hermosura deslumbra…
—Lo siento, llevo prisa.
—También voy a casa de los Cullen.

La plática fluyó, él intentaba que pudiese recordarle, al perecer él me conocía muy bien, de forma superficial por supuesto. Conocía tanto como conocía de él mismo. Que era muy poco. Luego fui recordándolo al saber que era aquél semi humano y semi vampiro que les hizo saber su historia a mis padres. Lucía bien, no como me lo contaban. Y sí, en vano pasaba el tiempo para él, al menos físicamente, eran 157 años los que llevaba en vida, si es que era vida lo que tenía.
Me aseguré de dejarlo en casa y de que se entretuvieran hablando con Nahuel. Salí en busca de Jake. Si la montaña no iba a Mahoma, ni siquiera en forma de deslave, Mahoma iría a la montaña. Yo iría a Jacob.
Dos semanas enteras habían pasado desde el incidente de la imprimación, casi trescientas treinta y seis horas. Nadie pidió tiempo, nadie advirtió un alejamiento, nadie dijo que el amor se puede sobrellevar con la distancia, nadie dijo que los vacíos no siempre se cierran con el tiempo, a veces el vacío se va acrecentando hasta jalarte a ti dentro. Te vuelves mera oquedad.
No esperaba encontrarlo, mucho menos que deseara hablar. Pero me sobrevivía la esperanza, yo pendía de ese único hilo.
Toqué la puerta leve, luego de la desesperación fue más fuerte, sentía como la madera de la puerta golpeaba más a mi mano de lo que yo golpeaba a ella. Me hería.
Tomé el volante que se prendía de la ventana adyacente y saqué una pluma que de casualidad metí en mi bolsa, le escribí:

Ojalá estuvieras conmigo, o que tan sólo  estuvieras aquí. A estas alturas quizá sea estúpida al buscarte, ¿cierto? Disculpa las molestias que te causo…
Renesmee.


Lo doblé cuidadosamente, y lo desdoblé enseguida, lo releí y de forma tonta lo destrocé allí mismo, los pedazos del papel quedaron justo frente a su puerta. Luego me marché.



—¡Despierta! —era la voz de mi mamá.
—¿Enserio debes gritar?
—¿Y tú dormir tanto?
Enseguida mi madre se acercó a mí, buscó entre las sábanas una de mis manos y la tomó. La abrazó con fuerza. En su cara había una media sonrisa.
—Alístate y ve con tu padre, no hay tiempo.
Podía jurar que su voz se oía algo extraña; triste quizá... era menos dulce de lo normal, su timbre era diferente. Además había dicho tiempo. ¿No hay tiempo? Era algo que teníamos de sobra, era absurdo siquiera pensar lo contrario. Eso me hizo reaccionar de sobremanera, me levanté en un segundo para alcanzar mis pantuflas y un suéter.
—¿Qué ocurre?
—Hazme caso—me dio un beso en la frente y salió por la puerta sin más explicación. O le gustaba el misterio o el hacerme sufrir.
Obedecí y después bajé a la sala con mi padre. Se encontraba ahí toda mi familia hablando muy bajo, casi susurrando, murmuraban entre ellos como diciendo algo de lo que nadie debía saber, al percatarse de mi presencia todo fue silencio y una expresividad de piedra.
—¿Qué está pasando, papá?
Ni él ni los demás se molestaron en contestarme. Ese silencio me daba escalofríos. Mi padre se incorporó para mirar a Alice mejor quien estaba al frente suyo.
—¿Pudiste ver algo más, Alice?
—No.
—Pero sabes entonces ya qué es lo que buscan.
—No exactamente, sólo sé que es por Ne…
—Lo sé— interrumpió mi papá en voz muy alta, como si quisiera que yo no lo escuchará.
Eso me hacía creer que según mis deducciones, todo tenía que ver conmigo. Igual existía la posibilidad de que se preocupaban por mi reacción adolescente.
Mi padre se levantó del sofá al ver a mi mamá entrar a la habitación y fue a su lado. Salieron del cuarto por unos minutos, mientras los demás seguían disimulando no saber y pretendiendo no querer haberlo sabido. Me hubiera gustado en ese momento poder leer su mente, era mi único recurso para enterarme de algo.
Observé a todos uno por uno, me ponía tensa a cada segundo. Mis trémulas manos se ocultaban tras de mí, y un dolor de cabeza horrible me molestaba. Deseaba poder arrancármela.

Me recargué en mi tía Rose, ella no dijo nada, solo me abrazó suavemente, como se abrazan a las personas en una despedida, como cuando se espera seguir teniendo a la otra persona pero no a cambio de retenerla contra su voluntad. Me tomó en brazos, enseguida me arrebató mi padre llevándome de nuevo a la recámara. Acomodó mi almohada y me recostó quedándose el parado a un lado. Fue al ventanal a cerrar muy bien las persianas.
—¿Por fin me dirás qué diablos sucede?
—No le veo el caso en que lo sepas, ni siquiera tiene importancia, y te estás adelantando a los hechos.
—Quiero saberlo. Deja de ponerme tan estúpidos pretextos, algo no anda bien y lo sé.
—No deseo preocuparte por algo tan ilógico como esto.
—¿Debo estarlo?
—¡Basta! No preguntes —se rehusaba a darme una explicación.
—Sé que es todo sobre mí.
—Tú no sabes nada, no puedes entender nada, Renesmee.
—Si no me lo dices tú, lo averiguaré de cualquier manera, y si soy yo la cuestión, no veo por qué ocultármelo. Ya bastante tengo con soportarme. Si creen que no decirme nada hará que nada me pase, se equivocan, lo hacen más probable.
—Bien, Nessie, no sé cómo, ni por qué. Nahuel estuvo aquí para advertirnos… Y Alice tuvo una de sus visiones acerca de lo mismo. Los Vulturi.
—¿Los Vulturi? ¿Esos arrogantes?
—Vendrán. Están llenos de rabia, de envidia… sin razón.
—Vienen por mí, ¿verdad?
—No tengo idea.
—¡Lo sé! ¡Es por mí! Lo siento, me lo dice su inútil silencio.
—No es verdad, Renesmee.
—¡Deja de mentir!
Suspiró.
—Están buscándote. No sé por qué razón, esto lo pasamos cuando naciste, creían que eras un peligro, pero nada de eso. No sé qué pretendan, pero te protegeré con la vida, sin importar nada.
—Papá, no… No quiero que tú o los demás… No deseo eso.

Traté de hablar pero mi boca no pudo sacar sonido alguno. Jamás había vuelto a pensar en ellos, de hecho ya tenía demasiado tiempo sin escuchar aquel nombre. Siempre habían estado cerca de nosotros, esperando este momento para volver.
Deseaba pretender que no me importara pero no me era posible.
Quería entender por qué ellos vendrían ahora y por qué yo era la razón. Pero, no era todo tan malo. Tenía a Jake. ¿O quizá ya no? Él era todo lo que necesitaba. En la penumbra de la oscuridad es todo lo que mis ojos percibían. Aquella imagen me daba fuerza; aunque pasasen mil tormentas, me apedrearan, me pisotearan... seguiría en pie. Sólo por él resistiría hasta el fin de mi existencia.
—Tal vez pueda irme de aquí, lejos. ¿Queda aún tiempo?
—Unas horas a lo mucho.
¿Horas? Eso no me venía bien, era aventarme un balde de agua fría.
—Estás pálida, Nessie. ¿Me escuchas?

Lo escuchaba cada vez más lejos, hasta que no le oí en absoluto.