Silencio. Frío. Hastío.
Distinguí una a una las voces que
alcanzaba a percibir. Carlisle era el primero, sus términos médicos tan
extraños o innecesarios eran inconfundibles. Dijo “cefalea”. Y sí, cefalea era
lo que me causaban dichos términos.
Alice estaba allí, su suave y tenue voz susurraba, pero no supe qué, oía una que otra palabra pero juntándolas hubiese sido un sinsentido fatal.
Alice estaba allí, su suave y tenue voz susurraba, pero no supe qué, oía una que otra palabra pero juntándolas hubiese sido un sinsentido fatal.
Estaban también mis padres. Éstos
últimos se notaban preocupados y como era de esperarse, tan exageradamente.
Después de una larga plática
acerca de mí todos se marcharon. Nunca me gustó oír acerca de mí, mucho menos
cosas que tendían a la tristeza, pero hoy la ocasión lo ameritaba.
Abrí los ojos y sólo quedaba
Carlisle. Me miró atónito, al parecer no esperaba que volviera en sí tan rápido
y por un segundo me mostró una gentil sonrisa. Lo hacía para que no sospechara,
quizá tenía algo de gravedad... pero sin duda, ése adorno en la cara me
calmaba. Tocó mi frente, su mano era igual de gélida que un hielo.
—Estás mejor. ¿No es así?
— ¿Qué me sucedió? —pregunté
totalmente desconcertada. Sólo recordaba que me había quedado platicando con mi
padre la noche anterior y después... nada, absolutamente nada. Un punto ciego.
—Tuviste un desmayo a causa de la
impresión, pero no te preocupes para nada. Sólo quédate en la cama reposando.
Estás bien.
—Espera… ¿impresión? ¿Qué se
supone que me impresionó de tal manera?
—Como dije, no te preocupes por
nada.
—No es una respuesta.
—Lo es. Que no sea la que esperas
es distinto.
—Supongo que gracias…
Odiaba reposar, era una chica muy
inquieta, no podía estar quieta sólo reposando. Carlisle lo sabía y me advirtió
que no lo hiciera.
—Será mejor que evites estar
vagando por los alrededores. No hay razón para hacerlo Nessie.
Sí había razón. No exactamente yo
con mis repentinos desmayos... era peor, mucho peor. Claro, era como cuando
dicen en los medios de comunicación de los catástrofes y aún así “no pasa nada”.
Hace tanto tiempo que "no pasa nada" y sigue pasando delante de
nuestros ojos. Qué tontería...
—Volveré más tarde.
Carlisle se dio la vuelta y antes
de que pudiera tocar la puerta lo llamé. Algo me incomodaba.
—¡Abuelo! —Me miró enseguida
preocupado—¿No... no ha llamado nadie?
Parecía saber a qué me refería,
soltó una risita antes de contestar.
—Sí te refieres a Jake, no, aún no
ha llamado. Tampoco está enterado.
—¡No! Yo no... no lo decía por él
sino que...
—Aunque lo intentes no se puede
ocultar lo inevitable.
¿De verdad se notaba tanto? Quizá
tenía algo de cierto, algunas cosas no se pueden ocultar y encabezaba la lista
los sentimientos, la visceralidad que lleva uno dentro, su abismo emocional. Sobre
todo éste que me estaba atormentando día y noche.
Carlisle salió de la habitación.
—¡Cálmate Bella, lo arreglaremos todo!
-¡¿Qué piensas hacer?!
Escuché gritos en la habitación
anexa; eras mis padres. Decir que mi madre estaba molesta no era el término
correcto, furiosa quizá lo era.
—¡No permitiré que le hagan daño a
mi hija por ningún motivo!
—No seas absurda, Bella. ¿Crees
que yo dejaría que suceda algo?
—¡No soy absurda, soy realista! Me
preocupa Nessie. Ella también es nuestro mundo…
Hubo un silencio por unos minutos.
Odiaba ser la causante de todo esto, yo no pedí estar así, no pedí ser así, no
pedí enamorarme, no pedí nada de esto... pero si hubiera podido pedir algo,
sería tener una eternidad pacifica.
Mi curiosidad fue mucho mayor que
el respeto a su privacidad, me acerqué a la puerta entreabierta... ahí estaba
la imagen que me destrozó en un parpadeo, me dejó indefensa y atonada el verla
como llorando, por supuesto que no podía llorar, no podía, pero estaba
haciéndolo.
—Encontraremos juntos una
solución. ¿Te parece si vamos a hablar con ella ahora? También ella necesita
tranquilidad, si nosotros no podemos serenarnos, ella estará peor.
Corrí a la recámara de nuevo y me
acosté antes de que sospecharan que los había oído.
Entraron juntos. Ahí estábamos los
tres en una misma habitación, tratando de ser fuertes en el interior para nos
derrumbarnos en nosotros mismos. Qué debilidad.
— ¿Cómo sigues?— Preguntó mi
madre, tratando de ponerme una sonrisa al igual que Carlisle pero a ella solo
le salió una mueca efervescente.
— Mucho mejor— mentí— Siento haberles causado un gran susto.
— Disculpen— Mi padre salió, dejándonos solas a mi madre y
a mí.
— Eres aún muy pequeña aunque no lo creas. Necesitas protección,
Renesmee.
Ahí estaba otra vez la madre
sobreprotectora que me desquiciaba tanto; pero por primera vez la comprendí.
— Ya no soy tan pequeña, entiende
que he crecido y sé cuidarme bien, bueno, al menos lo intento aunque eso no
quite que soy alguien torpe y tal vez me ocasione daños, no siempre voy a poder
contra todo. Compréndeme,mamá.
—Sé lo que piensas. Que soy una
sobreprotectora, ¿no es verdad? Y no es necesario poder leer mentes, no soy tu
padre, pero soy tu madre y eso me hace conocer cada aspecto de ti. Eres una
extensión de mí, hija. No te sobreprotejo, entiendo que debes de dañarte para poder
aprender a alejarte de quien o que te lo causó y para ser más cuidadosa a
partir de entonces, pero esto es distinto. Tú no vas a luchar contra los
Vulturi sola, ¿cómo podrías? ¿Hablando? Ellos no son seres que deseen remendar
hechos, al contrario, viven buscando asesinar, disfrutan de ello.
Acepté por vez primera que tenía
razón.
¿Recuerdas?— dijo tomando el relicario que había tenido
conmigo durante tanto tiempo que ya era parte de mí, como un órgano más— Más
que a mi propia vida... Esa es mi promesa.
— Te quiero— le dije con las palabras llenas de un dulce
bienestar sólo por el hecho de tenerla a mi lado.
Ésta vez no hizo una mueca, fue la
mejor sonrisa que vi adornar su rostro. Si ella sonreía, nada podría ir tan mal
después de todo. Mi familia y yo seríamos capaces de mantener nuestra
estabilidad ante cualquier imposición. Eso era lo que me habían enseñado, que
no había nada que pudiese interferir ante nuestra felicidad, a menos claro, que
fuésemos nosotros mismos quienes lo
permitieran. La vida es de esa manera. Buscamos razones varias para hacernos
infelices, y nos absorben, mientras que debiésemos engrandecer las pequeñas razones
para mantenernos de pie. Mi parte humana era demasiado frágil, demasiado
visceral; mi parte vampiro era necia, con ansías de proteger lo mío. Pudiese
ser que me llegara a arriesgar pero prefería eso a poner en peligro a mi
familia. Y sí, sabía a la perfección que la “pequeña”, la “indefensa” era yo.
Pero debía ser fuerte, y hacer lo que siempre había hecho: resistir. Además,
aún no había una guerra declarada. Sólo presentimientos, y premoniciones. Nada
concreto. Podría irme, dar tiempo a saber qué querían los Vulturi de mí. Por
ahora era mi única salida… ¿Pero adónde? ¿Con quién?
Volvió mi padre al cuarto, se
notaba agitado.
—Renesmee, tiene visita. Bella,
será mejor que bajemos ahora— noté que estaba molesto, aunque a mi parecer no
por la misma razón por la que lo había estado antes. Ésta era distinta.
—Si necesitas algo, sólo avísame.
Estaremos cerca.
Los dos salieron tomados de la
mano, ese era un gesto único. Algo que decía que vivir no era respirar, no era
tener un corazón palpitante, vivir era eso, amar.
Quedé sola, cerré los ojos de puro
cansancio. De un tiempo para acá el mundo se me había vuelto una carga muy
pesada. Ya no sentía tener la fuerza para seguir sosteniéndolo en mis hombros.
Me derrumbaría en cualquier momento. Lo sentía venir… Ahora bien, ¿quién me
visitaría? Bueno, no tenia tantos amigos como para que alguien viniera, y menos
personas que se preocupasen por mí, pero...
Abrieron la puerta suavemente, con
suma delicadeza, como temiendo al chirrido que suelen hacer. Mantuve los ojos
cerrados.
—Nessie— murmuró aquella voz
inconfundible para mí. Abrí los ojos instantáneamente. No podría ser otro más.
Sólo él. Jake.
—¡Estás aquí!
—Siempre estoy contigo, pero no te
percatas de ello— me dirigió una sonrisa melancólica.
—Lo lamento—dije acariciándole el
brazo que postró justo al lado de mis piernas.
—¿Qué lamentas?
—El no ser consciente de lo mucho
que… me haces falta.
Me tomó en brazos como si fuese de
un material quebrantable. Temblé, supe que no era por el frío de Forks, no
cuando él era un sol, pero no quemaba.
—¿Dónde estuviste, Jake? Me
mantuviste al borde de la razón.
—No lo sé. Vagué durante horas sin
dejar de correr. No había un destino.
—Lo había, pero huías de él.
—Renesmee, yo… —lo silencié postrando
mi dedo índice sobre sus labios.
—Ya no me hables por hablar. Sólo
no te vayas de nuevo. Ya fue demasiada ausencia.
Me incliné más a su pecho y me
perdí allí en ese momento tan perfecto.
—¿Tú cómo estás?
—Bien, fue sólo la impresión que
me causó la pérdida de conocimiento por unos minutos, nada de qué preocuparse.
—No me refiero a eso.
—Ah… pues… estoy. Pretendo seguir
estando, mucho tiempo.
—Tu familia intenta llevarte lejos
de Forks, es una opción factible, pero sabes que no es cualquier cosa, tú debes
estar dispuesta.
—No sé. Lo pensé en su
momento pero no tengo adónde ir, ¿y
luego qué? De cualquier forma no tengo muchas opciones, y cada eco del reloj es
más y más aplastante. Y ¿sabes algo? Ya no quiero correr, no quiero huir. Lo
que tenga que pasar, pasará, por mucho que quiera alargar su llegada— solté un
suspiro hondo.
—No pasará nada. Esos malditos
chupasangre se las verán conmigo.
—No seas tonto.
—No me subestimes—bufó.
—¿Que no subestime qué, lo terco y
obstinado que puedes llegar a ser? —dije poniéndole los ojos en blanco.
—Renesmee...
—Basta, Jacob. No quiero discutir
ahora, si te sucede algo me culparé toda mi existencia. Mantente aquí. Pase lo
que pase, estaremos bien, tengo que creer en eso, hazme confiar, por favor. No
hagas estupideces. Puedo mantenerme contigo, no sin ti.
—No hagas eso.
—¿Qué?
—Dejarme sin palabras y sin armas.
—Jake, escucha, mientras tú
estuviste ausente pensé una y otra vez, casi hasta evaporarme. Uno no es consciente
siempre de lo externo a nosotros, así que tampoco somos conscientes de nuestro
interior por completo. Hay algo de lo que ahora soy consciente, yo quiero… —estaba
a punto de decirte que sí, sentía algo más que sólo cariño pero me interrumpió.
—Dejaste una nota.
—La rompí.
—Y justo frente a la puerta de
entrada. Si en verdad no querías que la viera debiste desintegrarla.
—Debí suponerlo.
—No eres la clase de persona a la
que se le da eso de suponer correctamente—hizo una media sonrisa en gesto de
burla.
—Jacob, Jacob… si tienes algo que
decirme, dímelo.
—Escribiste, como suposición,
claro, que eres una molestia para mí. Jamás había leído algo tan absurdo. Eres
la única persona que no es un pesar, sino un alivio. Impregnas paz.
Porfa sigue con la historia
ResponderEliminar