sábado, diciembre 29, 2012

XIII. Dulce hastío


Silencio. Frío. Hastío.
Distinguí una a una las voces que alcanzaba a percibir. Carlisle era el primero, sus términos médicos tan extraños o innecesarios eran inconfundibles. Dijo “cefalea”. Y sí, cefalea era lo que me causaban dichos términos.
Alice estaba allí, su suave y tenue voz susurraba, pero no supe qué, oía una que otra palabra pero juntándolas hubiese sido un sinsentido fatal.
Estaban también mis padres. Éstos últimos se notaban preocupados y como era de esperarse, tan exageradamente.  

Después de una larga plática acerca de mí todos se marcharon. Nunca me gustó oír acerca de mí, mucho menos cosas que tendían a la tristeza, pero hoy la ocasión lo ameritaba.
Abrí los ojos y sólo quedaba Carlisle. Me miró atónito, al parecer no esperaba que volviera en sí tan rápido y por un segundo me mostró una gentil sonrisa. Lo hacía para que no sospechara, quizá tenía algo de gravedad... pero sin duda, ése adorno en la cara me calmaba. Tocó mi frente, su mano era igual de gélida que un hielo.
—Estás mejor. ¿No es así?
— ¿Qué me sucedió? —pregunté totalmente desconcertada. Sólo recordaba que me había quedado platicando con mi padre la noche anterior y después... nada, absolutamente nada. Un punto ciego.
—Tuviste un desmayo a causa de la impresión, pero no te preocupes para nada. Sólo quédate en la cama reposando. Estás bien.
—Espera… ¿impresión? ¿Qué se supone que me impresionó de tal manera?
—Como dije, no te preocupes por nada.
—No es una respuesta.
—Lo es. Que no sea la que esperas es distinto.
—Supongo que gracias…
Odiaba reposar, era una chica muy inquieta, no podía estar quieta sólo reposando. Carlisle lo sabía y me advirtió que no lo hiciera.
—Será mejor que evites estar vagando por los alrededores. No hay razón para hacerlo Nessie.
Sí había razón. No exactamente yo con mis repentinos desmayos... era peor, mucho peor. Claro, era como cuando dicen en los medios de comunicación de los catástrofes y aún así “no pasa nada”. Hace tanto tiempo que "no pasa nada" y sigue pasando delante de nuestros ojos. Qué tontería...
—Volveré más tarde.
Carlisle se dio la vuelta y antes de que pudiera tocar la puerta lo llamé. Algo me incomodaba.
—¡Abuelo! —Me miró enseguida preocupado—¿No... no ha llamado nadie?
Parecía saber a qué me refería, soltó una risita antes de contestar.
—Sí te refieres a Jake, no, aún no ha llamado. Tampoco está enterado.
—¡No! Yo no... no lo decía por él sino que...
—Aunque lo intentes no se puede ocultar lo inevitable.
¿De verdad se notaba tanto? Quizá tenía algo de cierto, algunas cosas no se pueden ocultar y encabezaba la lista los sentimientos, la visceralidad que lleva uno dentro, su abismo emocional. Sobre todo éste que me estaba atormentando día y noche.
Carlisle salió de la habitación.


—¡Cálmate Bella, lo arreglaremos todo!
-¡¿Qué piensas hacer?!
Escuché gritos en la habitación anexa; eras mis padres. Decir que mi madre estaba molesta no era el término correcto, furiosa quizá lo era.
—¡No permitiré que le hagan daño a mi hija por ningún motivo!
—No seas absurda, Bella. ¿Crees que yo dejaría que suceda algo?
—¡No soy absurda, soy realista! Me preocupa Nessie. Ella también es nuestro mundo…
Hubo un silencio por unos minutos. Odiaba ser la causante de todo esto, yo no pedí estar así, no pedí ser así, no pedí enamorarme, no pedí nada de esto... pero si hubiera podido pedir algo, sería tener una eternidad pacifica.
Mi curiosidad fue mucho mayor que el respeto a su privacidad, me acerqué a la puerta entreabierta... ahí estaba la imagen que me destrozó en un parpadeo, me dejó indefensa y atonada el verla como llorando, por supuesto que no podía llorar, no podía, pero estaba haciéndolo.
—Encontraremos juntos una solución. ¿Te parece si vamos a hablar con ella ahora? También ella necesita tranquilidad, si nosotros no podemos serenarnos, ella estará peor.
Corrí a la recámara de nuevo y me acosté antes de que sospecharan que los había oído.
Entraron juntos. Ahí estábamos los tres en una misma habitación, tratando de ser fuertes en el interior para nos derrumbarnos en nosotros mismos. Qué debilidad.

— ¿Cómo sigues?— Preguntó mi madre, tratando de ponerme una sonrisa al igual que Carlisle pero a ella solo le salió una mueca efervescente.
— Mucho mejor—  mentí—  Siento haberles causado un gran susto.
— Disculpen—  Mi padre salió, dejándonos solas a mi madre y a mí.

— Eres aún muy pequeña  aunque no lo creas. Necesitas protección, Renesmee.
Ahí estaba otra vez la madre sobreprotectora que me desquiciaba tanto; pero por primera vez la comprendí.
— Ya no soy tan pequeña, entiende que he crecido y sé cuidarme bien, bueno, al menos lo intento aunque eso no quite que soy alguien torpe y tal vez me ocasione daños, no siempre voy a poder contra todo. Compréndeme,mamá.
—Sé lo que piensas. Que soy una sobreprotectora, ¿no es verdad? Y no es necesario poder leer mentes, no soy tu padre, pero soy tu madre y eso me hace conocer cada aspecto de ti. Eres una extensión de mí, hija. No te sobreprotejo, entiendo que debes de dañarte para poder aprender a alejarte de quien o que te lo causó y para ser más cuidadosa a partir de entonces, pero esto es distinto. Tú no vas a luchar contra los Vulturi sola, ¿cómo podrías? ¿Hablando? Ellos no son seres que deseen remendar hechos, al contrario, viven buscando asesinar, disfrutan de ello.

Acepté por vez primera que tenía razón.
¿Recuerdas?—  dijo tomando el relicario que había tenido conmigo durante tanto tiempo que ya era parte de mí, como un órgano más— Más que a mi propia vida... Esa es mi promesa.
— Te quiero—  le dije con las palabras llenas de un dulce bienestar sólo por el hecho de tenerla a mi lado.
Ésta vez no hizo una mueca, fue la mejor sonrisa que vi adornar su rostro. Si ella sonreía, nada podría ir tan mal después de todo. Mi familia y yo seríamos capaces de mantener nuestra estabilidad ante cualquier imposición. Eso era lo que me habían enseñado, que no había nada que pudiese interferir ante nuestra felicidad, a menos claro, que fuésemos nosotros  mismos quienes lo permitieran. La vida es de esa manera. Buscamos razones varias para hacernos infelices, y nos absorben, mientras que debiésemos engrandecer las pequeñas razones para mantenernos de pie. Mi parte humana era demasiado frágil, demasiado visceral; mi parte vampiro era necia, con ansías de proteger lo mío. Pudiese ser que me llegara a arriesgar pero prefería eso a poner en peligro a mi familia. Y sí, sabía a la perfección que la “pequeña”, la “indefensa” era yo. Pero debía ser fuerte, y hacer lo que siempre había hecho: resistir. Además, aún no había una guerra declarada. Sólo presentimientos, y premoniciones. Nada concreto. Podría irme, dar tiempo a saber qué querían los Vulturi de mí. Por ahora era mi única salida… ¿Pero adónde? ¿Con quién?


Volvió mi padre al cuarto, se notaba agitado.
—Renesmee, tiene visita. Bella, será mejor que bajemos ahora— noté que estaba molesto, aunque a mi parecer no por la misma razón por la que lo había estado antes. Ésta era distinta.
—Si necesitas algo, sólo avísame. Estaremos cerca.
Los dos salieron tomados de la mano, ese era un gesto único. Algo que decía que vivir no era respirar, no era tener un corazón palpitante, vivir era eso, amar.
Quedé sola, cerré los ojos de puro cansancio. De un tiempo para acá el mundo se me había vuelto una carga muy pesada. Ya no sentía tener la fuerza para seguir sosteniéndolo en mis hombros. Me derrumbaría en cualquier momento. Lo sentía venir… Ahora bien, ¿quién me visitaría? Bueno, no tenia tantos amigos como para que alguien viniera, y menos personas que se preocupasen por mí, pero...
Abrieron la puerta suavemente, con suma delicadeza, como temiendo al chirrido que suelen hacer. Mantuve los ojos cerrados.
—Nessie— murmuró aquella voz inconfundible para mí. Abrí los ojos instantáneamente. No podría ser otro más. Sólo él. Jake.
—¡Estás aquí!
—Siempre estoy contigo, pero no te percatas de ello— me dirigió una sonrisa melancólica.
—Lo lamento—dije acariciándole el brazo que postró justo al lado de mis piernas.
—¿Qué lamentas?
—El no ser consciente de lo mucho que… me haces falta.
Me tomó en brazos como si fuese de un material quebrantable. Temblé, supe que no era por el frío de Forks, no cuando él era un sol, pero no quemaba.
—¿Dónde estuviste, Jake? Me mantuviste al borde de la razón.
—No lo sé. Vagué durante horas sin dejar de correr. No había un destino.
—Lo había, pero huías de él.
—Renesmee, yo… —lo silencié postrando mi dedo índice sobre sus labios.
—Ya no me hables por hablar. Sólo no te vayas de nuevo. Ya fue demasiada ausencia.
Me incliné más a su pecho y me perdí allí en ese momento tan perfecto.
—¿Tú cómo estás?
—Bien, fue sólo la impresión que me causó la pérdida de conocimiento por unos minutos, nada de qué preocuparse.
—No me refiero a eso.
—Ah… pues… estoy. Pretendo seguir estando, mucho tiempo.
—Tu familia intenta llevarte lejos de Forks, es una opción factible, pero sabes que no es cualquier cosa, tú debes estar dispuesta.
—No sé. Lo pensé en su momento  pero no tengo adónde ir, ¿y luego qué? De cualquier forma no tengo muchas opciones, y cada eco del reloj es más y más aplastante. Y ¿sabes algo? Ya no quiero correr, no quiero huir. Lo que tenga que pasar, pasará, por mucho que quiera alargar su llegada— solté un suspiro hondo.
—No pasará nada. Esos malditos chupasangre se las verán conmigo.
—No seas tonto.
—No me subestimes—bufó.
—¿Que no subestime qué, lo terco y obstinado que puedes llegar a ser? —dije poniéndole los ojos en blanco.
—Renesmee...
—Basta, Jacob. No quiero discutir ahora, si te sucede algo me culparé toda mi existencia. Mantente aquí. Pase lo que pase, estaremos bien, tengo que creer en eso, hazme confiar, por favor. No hagas estupideces. Puedo mantenerme contigo, no sin ti.
—No hagas eso.
—¿Qué?
—Dejarme sin palabras y sin armas.
—Jake, escucha, mientras tú estuviste ausente pensé una y otra vez, casi hasta evaporarme. Uno no es consciente siempre de lo externo a nosotros, así que tampoco somos conscientes de nuestro interior por completo. Hay algo de lo que ahora soy consciente, yo quiero… —estaba a punto de decirte que sí, sentía algo más que sólo cariño pero me interrumpió.
—Dejaste una nota.
—La rompí.
—Y justo frente a la puerta de entrada. Si en verdad no querías que la viera debiste desintegrarla.
—Debí suponerlo.
—No eres la clase de persona a la que se le da eso de suponer correctamente—hizo una media sonrisa en gesto de burla.
—Jacob, Jacob… si tienes algo que decirme, dímelo.
—Escribiste, como suposición, claro, que eres una molestia para mí. Jamás había leído algo tan absurdo. Eres la única persona que no es un pesar, sino un alivio. Impregnas paz.

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