La luz de las pequeñas arañas de cristal que colgaban del
techo en aquél lugar me deslumbraba, a pesar de que era muy leve me
resultaba un torrente lumínico. Lo que
menos deseaba era ver la oscuridad, pero eso no era sinónimo de querer quedarme
ciega por el efecto contrario.
El tictac del reloj era igualmente estruendoso, más
insoportable. Zumbaba en mis oídos y era todo cuando podía escuchar, ese
maldito tictac-queo. Mientras una mesera se acercó a donde estaba al percatarse
de que alguien al fin ocupaba dicho lugar. Luego de pedir sólo un cuba libre
ella regresó a traérmelo.
Bebía lento, no para disfrutar más la bebida o
saborearla, más bien para no tener que marcharme prontamente.
En una de las esquinas estaba instalado un reloj de pared
al estilo “vintage”, era una única pieza. Estaba tan percudido que apenas se
notaba su dorado. Su fondo eran engranes, uno sobre otro y otro. Su tamaño era
lo suficientemente grande para que desde cualquier lugar dentro del
establecimiento pudieran consultar el tiempo que seguían gastado allí. Yo
llevaba apenas cincuenta minutos. Había salido temprano de casa y di varias
vueltas pensando en un lugar ideal para pensar. Envidiablemente éste lo era.
Me senté tan apartada de la vista de cualquier persona
como pude, justo en un rincón en donde yo podía ver a los demás, pero ellos a
mí no. Era un buen sitio para ocultarme de la multitud.
Había escogido para pasar la tarde ir a un restaurante
pequeño al azar. La música de fondo era agradable, tenían piezas de jazz. Luego
de una media hora que hube llegado, la música de estudio se detuvo para que una
cantante comenzara a interpretarla a dúo con un piano. Distinguí algunas notas
de The piano man.
Probablemente estar sola en una mesa para dos no era lo
más triste en aquellos momentos, ni siquiera era algo que me hiciera tanto
ruido. Había parejas que estaban más solos que yo, ensimismados, se miraban, se
besaban, se sonreían con discreción, pero no, en definitiva no se amaban. No
había en ellos emoción, ninguna llama, su interior era un invierno.
Sentí la mirada de alguien, volteé para observar quién
posaba sus ojos en mí. A dos mesas de donde me hallaba había un tipo que igual
venía solo, su facha era muy casual, llevaba una camisa negra y pantalones de
mezclilla. Cuando se percató de que lo vi sólo bajó la vista. Luego volvió a
mirarme y se la sostuve un momento, después lo barrí. Yo seguí tomando mi
bebida, estaba tan harta como para estar pensando en cualquier otra persona,
desconocida además.
—Disculpa…
¡¿Qué?! El tipo de la mesa contigua estaba justo delante
de mí. ¡Carajo!
—¿Sí?
—Veo que estás sola, y bueno, sólo me preguntaba si me
permitirías acompañarte.
—En realidad no me molestaría pero… —antes de terminar él
se sentó, yo puse los ojos en blanco y continué— pero estaba intentando
alejarme de los demás, como sea ya te sentaste,
—Lo siento, aún puedo irme si lo deseas.
—Da igual, ya estás aquí.
—Al menos déjame prendarte con tu nombre como ya lo hice
contigo— reí por lo absurdo.
—Renesmee.
—Tu nombre es hermoso. Mucho gusto— me tendió su mano
para estrecharla pero me le quedé mirándola por lo suficiente tiempo para que
él la apartara.
—¿Es ese es protocolo, no? Decir lo mismo al presentarse,
siempre. Vamos, todos lo hacen, no esperes que yo igual. ¿Cuál es tu nombre?
—Lo digo enserio. No por nada sentí una atracción hasta
ti… Soy John.
—John…
—¿Por qué has venido sola a éste sitio?
—Es un buen sitio para toparse con los hombres
equivocados. Pero no, no estoy interesada en algo, así que prefiero
desilusionarte de una buena vez.
—Me gusta tu cinismo. Salgamos otro día, si no estás de
humor hoy. ¿Qué tal?
—En verdad no me interesas.
Tomé mi bolso que yacía a lado mío y luego de pagar la
cuenta salí furiosa del lugar. Caminaba con rapidez, pero al parecer el sujeto
me seguía, yo iba con la vista hacia el suelo, me topé con alguien a quien
golpeé por descuido al caminar. Pero en cambio esa persona fue quien se detuvo
y me pidió disculpas al momento en que me tomó de un hombro.
—Disculpa… ¿Renesmee?
Mi cara de perplejidad era evidente, recordaba a dicho
hombre pero no cómo se llamaba. Ni siquiera de dónde le conocía. Era algo alto,
de tez morena y cabello largo color negro, lo llevaba recogido en una coleta.
—Soy Nahuel. No me recuerdas, ¿cierto?
—Lo cierto es que no, no te recuerdo.
—Lo sé, y no deberías. Sería sumamente raro que sí, igual
eras muy pequeña como para dejarme en tu mente. Pero vaya que tu hermosura
deslumbra…
—Lo siento, llevo prisa.
—También voy a casa de los Cullen.
La plática fluyó, él intentaba que pudiese recordarle, al
perecer él me conocía muy bien, de forma superficial por supuesto. Conocía
tanto como conocía de él mismo. Que era muy poco. Luego fui recordándolo al
saber que era aquél semi humano y semi vampiro que les hizo saber su historia a
mis padres. Lucía bien, no como me lo contaban. Y sí, en vano pasaba el tiempo
para él, al menos físicamente, eran 157 años los que llevaba en vida, si es que
era vida lo que tenía.
Me aseguré de dejarlo en casa y de que se entretuvieran
hablando con Nahuel. Salí en busca de Jake. Si la montaña no iba a Mahoma, ni
siquiera en forma de deslave, Mahoma iría a la montaña. Yo iría a Jacob.
Dos semanas enteras habían pasado desde el incidente de
la imprimación, casi trescientas treinta y seis horas. Nadie pidió tiempo,
nadie advirtió un alejamiento, nadie dijo que el amor se puede sobrellevar con
la distancia, nadie dijo que los vacíos no siempre se cierran con el tiempo, a
veces el vacío se va acrecentando hasta jalarte a ti dentro. Te vuelves mera
oquedad.
No esperaba encontrarlo, mucho menos que deseara hablar.
Pero me sobrevivía la esperanza, yo pendía de ese único hilo.
Toqué la puerta leve, luego de la desesperación fue más
fuerte, sentía como la madera de la puerta golpeaba más a mi mano de lo que yo
golpeaba a ella. Me hería.
Tomé el volante que se prendía de la ventana adyacente y
saqué una pluma que de casualidad metí en mi bolsa, le escribí:
Ojalá estuvieras conmigo, o que tan
sólo estuvieras aquí. A estas alturas quizá sea estúpida
al buscarte, ¿cierto? Disculpa las molestias que te causo…
Renesmee.
Lo doblé cuidadosamente, y lo desdoblé enseguida, lo
releí y de forma tonta lo destrocé allí mismo, los pedazos del papel quedaron
justo frente a su puerta. Luego me marché.
—¡Despierta! —era la voz de mi mamá.
—¿Enserio debes gritar?
—¿Y tú dormir tanto?
Enseguida mi madre se acercó a mí, buscó entre las
sábanas una de mis manos y la tomó. La abrazó con fuerza. En su cara había una
media sonrisa.
—Alístate y ve con tu padre, no hay tiempo.
Podía jurar que su voz se oía algo extraña; triste
quizá... era menos dulce de lo normal, su timbre era diferente. Además había
dicho tiempo. ¿No hay tiempo? Era algo que teníamos de sobra, era absurdo
siquiera pensar lo contrario. Eso me hizo reaccionar de sobremanera, me levanté
en un segundo para alcanzar mis pantuflas y un suéter.
—¿Qué ocurre?
—Hazme caso—me dio un beso en la frente y salió por la
puerta sin más explicación. O le gustaba el misterio o el hacerme sufrir.
Obedecí y después bajé a la sala con mi padre. Se
encontraba ahí toda mi familia hablando muy bajo, casi susurrando, murmuraban
entre ellos como diciendo algo de lo que nadie debía saber, al percatarse de mi
presencia todo fue silencio y una expresividad de piedra.
—¿Qué está pasando, papá?
Ni él ni los demás se molestaron en contestarme. Ese
silencio me daba escalofríos. Mi padre se incorporó para mirar a Alice mejor
quien estaba al frente suyo.
—¿Pudiste ver algo más, Alice?
—No.
—Pero sabes entonces ya qué es lo que buscan.
—No exactamente, sólo sé que es por Ne…
—Lo sé— interrumpió mi papá en voz muy alta, como si
quisiera que yo no lo escuchará.
Eso me hacía creer que según mis deducciones, todo tenía
que ver conmigo. Igual existía la posibilidad de que se preocupaban por mi
reacción adolescente.
Mi padre se levantó del sofá al ver a mi mamá entrar a la
habitación y fue a su lado. Salieron del cuarto por unos minutos, mientras los
demás seguían disimulando no saber y pretendiendo no querer haberlo sabido. Me
hubiera gustado en ese momento poder leer su mente, era mi único recurso para
enterarme de algo.
Observé a todos uno por uno, me ponía tensa a cada
segundo. Mis trémulas manos se ocultaban tras de mí, y un dolor de cabeza
horrible me molestaba. Deseaba poder arrancármela.
Me recargué en mi tía Rose, ella no dijo nada, solo me
abrazó suavemente, como se abrazan a las personas en una despedida, como cuando
se espera seguir teniendo a la otra persona pero no a cambio de retenerla
contra su voluntad. Me tomó en brazos, enseguida me arrebató mi padre
llevándome de nuevo a la recámara. Acomodó mi almohada y me recostó quedándose
el parado a un lado. Fue al ventanal a cerrar muy bien las persianas.
—¿Por fin me dirás qué diablos sucede?
—No le veo el caso en que lo sepas, ni siquiera tiene
importancia, y te estás adelantando a los hechos.
—Quiero saberlo. Deja de ponerme tan estúpidos pretextos,
algo no anda bien y lo sé.
—No deseo preocuparte por algo tan ilógico como esto.
—¿Debo estarlo?
—¡Basta! No preguntes —se rehusaba a darme una explicación.
—Sé que es todo sobre mí.
—Tú no sabes nada, no puedes entender nada, Renesmee.
—Si no me lo dices tú, lo averiguaré de cualquier manera,
y si soy yo la cuestión, no veo por qué ocultármelo. Ya bastante tengo con
soportarme. Si creen que no decirme nada hará que nada me pase, se equivocan,
lo hacen más probable.
—Bien, Nessie, no sé cómo, ni por qué. Nahuel estuvo aquí
para advertirnos… Y Alice tuvo una de sus visiones acerca de lo mismo. Los
Vulturi.
—¿Los Vulturi? ¿Esos arrogantes?
—Vendrán. Están llenos de rabia, de envidia… sin razón.
—Vienen por mí, ¿verdad?
—No tengo idea.
—¡Lo sé! ¡Es por mí! Lo siento, me lo dice su inútil
silencio.
—No es verdad, Renesmee.
—¡Deja de mentir!
Suspiró.
—Están buscándote. No sé por qué razón, esto lo pasamos
cuando naciste, creían que eras un peligro, pero nada de eso. No sé qué
pretendan, pero te protegeré con la vida, sin importar nada.
—Papá, no… No quiero que tú o los demás… No deseo eso.
Traté de hablar pero mi boca no pudo sacar sonido alguno.
Jamás había vuelto a pensar en ellos, de hecho ya tenía demasiado tiempo sin
escuchar aquel nombre. Siempre habían estado cerca de nosotros, esperando este
momento para volver.
Deseaba pretender que no me importara pero no me era
posible.
Quería entender por qué ellos vendrían ahora y por qué yo
era la razón. Pero, no era todo tan malo. Tenía a Jake. ¿O quizá ya no? Él era
todo lo que necesitaba. En la penumbra de la oscuridad es todo lo que mis ojos
percibían. Aquella imagen me daba fuerza; aunque pasasen mil tormentas, me
apedrearan, me pisotearan... seguiría en pie. Sólo por él resistiría hasta el
fin de mi existencia.
—Tal vez pueda irme de aquí, lejos. ¿Queda aún tiempo?
—Unas horas a lo mucho.
¿Horas? Eso no me venía bien, era aventarme un balde de
agua fría.
—Estás pálida, Nessie. ¿Me escuchas?
Lo escuchaba cada vez más lejos, hasta que no le oí en
absoluto.
Oye sigue porfa con tu novela es muy buenaa :)
ResponderEliminarpor ke no continuas la novela ... =( ... T__T esta uy linda
ResponderEliminarhey!porfa siguela me encataaaaa!!!!es la mejor que he leido!sigule please!!!!
ResponderEliminarhola tienes una super cretividad por fa continua m tienes con nervios y asiosa d saber k va a pasar ojala la puedas continuar. por favor
ResponderEliminaroie mee encantaria ponerme deacuerdo cn tigo me encantan tus ideas la vdd soy nueva cn esto y espero q me puedas ayudar te dejo mi coreo y sige escriviendo plis mi correo es
ResponderEliminarvero_renesme@hotmail.com