miércoles, octubre 14, 2009

III. Deseo.

El camino fue lo suficientemente cansado y extenso para que al estar en el lugar tomase un respiro. Atravesamos el bosque en la Península de Olympic hasta llegar a los Montes. La vista desde ahí era extraordinaria. Pareciera un colorido óleo, Jacob se postró frente a mi vista y pasó a formar parte del paisaje. Simulé un recuadro con mis manos que incluía todo esa vista dentro. Sonreí, fingí tomar una fotografía que sólo se fijó entre mi memoria. Jake me miró extrañado y volteó hacia donde yo postraba mis ojos en un intento de ver lo mismo que yo.
—¿No es grandioso? —Dije con mucha ilusión.
—Lo es. Todo aquí te extrañaba—. Dijo al momento en que metía las manos en los bolsillos de su pantalón azul.
Yo continuaba admirando al océano Pacífico, divisaba al Queets River en su totalidad. Los árboles eran altos, parecía como si tuvieran una batalla infinita para alcanzar al sol, un solo rayo suyo. O al cielo, lo que encontrasen primero.
Caminé hasta un lado de Jake, me tomó del brazo y nos adentramos en el lugar. No tardamos en hallar un ciervo, tenía un tamaño considerable, y un pelaje pardo y tenue. Mientras él comía algunas hierbas me acerqué cautelosamente, luego me lancé sobre él antes de darle tiempo a huir. Unos segundos fue lo que tardé en alimentarme.
Aquél acto no me hacía sentir bien, ser semi vampiro y vegetariano no era de mi agrado, no disfrutaba alimentándome de ellos de una forma que para mí siempre sería atroz.
Acabé y mi garganta se suavizó. Miré alrededor pero no vi seña alguna de mi lobito. Justo cuando hice un movimiento minúsculo, Jake salió de la nada para abalanzarse haciéndome caer de manera leve. Me lamió la cara repetidas veces como un gesto cariñoso, y apoyó su cabeza sobre mis piernas. Acaricié su pelaje y toqué su nariz. Él la frunció, yo reí. Corrió tras ver otro ciervo distraído y jugueteó con él hasta que los perdí de vista.

Al volver a su forma humana lo vi aún abotonándose la camisa, su piel rojiza sobresaltaba entre la blancura de su ropa. Caminaba lento en mi dirección. Se sacudió el cabello con las manos y me levanté cuando estuvo lo suficiente cerca para acomodar el cuello de su camisa. Ese día especialmente me parecía atractivo, quizá sólo fuera efecto del tiempo sin verlo.
—Eres un desastre.
—Un desastre elegante, ¿no? — Me guiñó el ojo y yo me burlé más.
—Por supuesto—. Respondí con tono sarcástico—. Pero ya es hora de irnos.
—Sí, antes de que Bella busque colgarme del árbol más alto, y vaya que hay muchos para elegir.
—¿Crees que…? Bueno, sí, es posible. Mejor no lo averigüemos, iré por mi chamarra que dejé allá—. Di un paso y caí encima de él a causa de una rama que se atoró con mis zapatos, además claro, de mi torpeza.
Cerré los ojos por el golpe, al abrirlos me vi frente a frente con Jake.
Por primera vez, nuestros cuerpos habían estado tan juntos, mi cara a pocos milímetros de la suya. Y justo en el lado izquierdo de mi pecho aquél órgano latía fuertemente, golpeaba.
Me topé con sus labios rosados y carnosos, vi sus ojos y volví a mirar su boca. Todo en segundos. Inevitablemente me sentí extrañada. Sentí cómo emergían de mí unas ganas incontenibles de postrar sus labios en los míos y besarlo. Era tan…extraño, jamás había sentido esto o por lo menos algo aproximado. Nuestras miradas se encontraron…
—¿Estás bien, Nessie?
Jacob era muy maduro, jamás tendría el mismo deseo que yo. Ni siquiera pareció notarlo en mí.
—Eh, sí, sí, estoy bien—. Me ayudó a levantarme y continué—. Sólo soy un poco torpe, discúlpame.
—No, para nada. Bueno, sólo para asegurarme de que no vuelvas a atentar contra ti de nuevo te llevaré en brazos. ¿Vale? Es el viaje, tantos kilómetros y cambios hacen que tu torpeza se agrande así que vamos, sube.
—¿Qué? Muy gracioso. Ni lo pienses, no dejaré que me cargues.
—No te preocupes, todo estará bien—. Me dedicó una amplia sonrisa que le iluminó el rostro.
—Si me tiras te…— Antes de terminar la frase ya me había tomado en brazos y se dirigió son suma rapidez hacia el hogar de Charlie. Preferí cerrar los ojos que ver cómo daba vueltas todo, pero luego de un mareo interno, los abrí.
Realmente me sorprendía todo lo que hacía mi Jacob por mí, él siempre había sido de esa manera conmigo, si necesitaba algo por mínimo que fuera, él estaba ahí para mí. Yo apreciaba tanto lo que hacía, su ser me conmovía, toda su nobleza que se le notaba en los ojos y esa sinceridad como rayo de sol.
Mi cabeza se apoyó en su hombro, cerré los ojos y como agradecimiento le besé la mejilla. Él no se detuvo, siguió avanzando. Llegamos en poco tiempo, mi madre ya estaba en la puerta, muy preocupada aparentemente. Puso una cara de alivio y enojo al mismo tiempo al vernos llegar.
—Renesmee. ¿Dónde han estado?— Nos dijo con un tono de voz muy alto, prácticamente gritando y levantando las manos.
—Perdón mamá, estuvimos cazando, de pronto tuve mucha hambre—. Le respondí tratando de tranquilizarla vanamente.  
—Debieron haber avisado.
—Bella lo siento, no volverá a suceder. Era sólo un momento pero se alargó más de lo debido.
—Bien, Jacob. Apresúrense, nos vamos ya a casa, es algo tarde.
Entramos a la casa y nos despedimos de Sue y de Charlie. Una vez más les recordamos la cena del día siguiente en casa de Billy, ellos quedaron en estar ahí sin falta. Sin duda sería una noche muy agradable. Antes de salir mi abuelo me dio un último abrazo, en su rostro se notaban unas arruguitas alrededor de los ojos, ese gesto jamás lo tendrían mis padres, ni ninguno de la familia Cullen. Ese gesto era uno de los más singulares que conocía. Más que vejez, sabiduría, cariño y tiempo.   

Volvimos a nuestra casa en el auto, Jacob había venido con nosotros, disimuladamente tomaba mi mano y de la misma forma la soltó cuando llegamos, ahí estaban ya mis tíos, Esme y Carlisle. Era increíble como no envejecían nada, vampiros tenían que ser. Ojalá yo sí hubiese podido envejecer, a mí no me hubiese molestado en lo absoluto. A ellos no me gustaba decirles abuelos, me sentía rara si les decía así, la razón era que a pesar de la diferencia de edades, apenas si se veían mayor que yo. Ahora mismo parecía que nos llevábamos pocos años.
—¡Llegaron!— Gritó de emoción mi tía Alice, fue la primera en vernos. Estaba a un lado de Jasper. Me parecía ahora más que nunca lindísima, se había preparado para la ocasión, detrás de ella había tantas bolsas de regalo con su papel celofán de colores. Ella en la mano llevaba además un ramo de flores blancas que me entregó después.
Todos corrieron hacia nosotros, nos abrazaron y se alegraron al igual que mis padres y yo. Los comentarios acerca de mí no se hicieron esperar.
—Vaya, has crecido demasiado—. Dijeron mis tíos mientras me abrazaban con fuerza.  
—Pero ahora eres mucho más bonita—. Dijo mi tía Rosalie, arrebatándome de sus brazos.
—Te tengo una sorpresa…—llamó Alice.
En realidad ya no me resultaba sorprendente sino todo lo contrario, por lo regular ella me regalaba ropa a la moda, por supuesto. Un regalo digno de ella. Ni siquiera permitía que vistiera algo dos veces.
—¿Qué es?— Fingí estar emocionada, más ropa… ¡por favor, no! Pensé para mis adentros.
—Te compré unos vestidos, y demás cosas como estas blusas que sin duda van de acuerdo a tu personalidad, encontré varios accesorios lindísimos. Los lucirás tanto.
Bueno no era del todo malo, pero su emoción exacerbada me daba náuseas.
Tenía el presentimiento de que todos me veían como una bebé aún, siempre sería así. La pequeñita de la familia. A veces deseaba tanto que disminuyeran en atenciones.
Cuando di la vuelta, me lancé hacia Esme y Carlisle. Me daban mucha paz incluso sólo al saberlos junto a mí.
—Nessie, es hora de que vayamos a dormir—. Dijo mi padre.
No tenia sueño, me había dormido lo suficiente al lado de Jacob. Sin embargo me despedí de mi familia y salimos hacia nuestro hogar. Mis padres se adelantaron, yo conversaba con Jacob acerca de las imposibilidades. Ya era tarde, el sol había desaparecido, en su lugar estaban la luna y algunas estrellas.
El día había transcurrido normal, sin mayor relevancia. Excepto algunas emociones que debía poner en claro en mi raciocinio.
—Debo irme ya, Nessie—.
No quería dejarlo ir, era un hábito en mí, no lo soltaba jamás, ni un solo segundo. Por alguna razón cuando él se marchaba sentía evidente mi tristeza, mi desgana. Pero otra parte sabía que aunque él estuviese lejos, siempre estaría conmigo.
—Cuídate mucho, por favor. Te veré mañana. Buenas noches—. Le sonreí, era un gesto extraño en mí, una sonrisa que aparecía sola sin esfuerzo.
—Hasta luego Bella, Edward.
—Hasta luego Jacob, gracias por acompañarnos, ¿necesitas que llevemos algo mañana?—. Le dijo mi padre.
—¡Qué va! Por supuesto que no. Muchas gracias de cualquier forma.
—Entonces hasta mañana—. Mi padre le propició un pequeño golpe en el hombro.
Mis padres continuaron caminando hacia la cabaña, yo miré como se iba alejando Jake, cuando mis padres se metieron en nuestro hogar, como un impulso caminé tras mi amigo tomándolo de la camisa. Se detuvo sin voltear. Me puse de puntas y me incliné por su cuello para darle un beso en él.
—Ya te extraño... —.Confesé.
—Yo también lo hago. Te quiero, pequeña. Pero descuida, te veré por la tarde, me arreglaré para la ocasión. Así que anda, ve a soñar que se te desvelan los sueños.
Continuó su camino después hasta desaparecer de mi vista por completo, entre la negrura de aquella noche.

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