miércoles, octubre 14, 2009

V. Vuelve a mí, siempre.

—¡Ness, despierta!— Era justo la misma voz que había perdido en el sueño. La voz de Jake, hizo que despertara  a sus ojos, me daban la luz suficiente para ser capaz de dejar atrás la penumbra.
Él estaba a mi lado con gesto preocupado, me puso la mano en la frente para detectar una posible fiebre causante de mi actitud desconcertada.
—¿Te encuentras bien?— dijo al momento en que tomaba mi mano.— Estabas diciendo mi nombre, apretabas tus párpados muy fuerte, tuviste una pesadilla.
—Yo… —No pude pronunciar una palabra más.
—Nessie, por favor dime qué pasa.
Me quedé inmóvil.
—Fue… yo... estaba entre tinieblas— lo miré a los ojos y recordé como en el sueño él se alejaba de mí, brotó en mis pupilas un líquido, de pronto, impidiéndome ver con claridad, los sequé rápido con el antebrazo para que no lo notara.
—¿Estás… llorando?— escondí la cara, una lágrima apareció en mis mejillas, rodaba por mi rostro y la sentí tan helada. Me volteé hacia la almohada.
—No.
—No soporto verte llorar— dijo levantando suavemente mi rostro y se encontraron nuestras miradas. La suya penetraba la mía con profundidad.
Sentí tanto miedo de perderlo, de no verlo nunca más, pero de cualquier manera sólo había sido una pesadilla, que con sólo al recordar me hacía sentir fatal.
—Al verte… —bufé— Entiendo que no me provoca melancolía el sueño en sí, no lo hace tampoco su opacidad. Sé que soy yo, yo sin ti— respondí al fin.
—Estoy aquí, desde siempre. Mantenme en tu mente, mantenme en tu corazón. No tienes que preocuparte por más.
—Júralo.
—No hace falta, ya lo he hecho, me lo he jurado a mí mismo antes de que tú me lo pidieras.
—No entiendo cómo puedes llenar a mi mente de tanta paz.
Jake sólo se quedó pensativo y puso una sonrisa que más bien pareció mueca.
—He dormido demasiado, Billy dice que no es posible que puedas dormir si yo no he dejado de roncar. Pero no le creas, no roncaba.
—¿Enserio?— todo mundo decía que Jake hacía un ruido estruendoso mientras dormía y con apenas tocar la cama quedaba rendido, pero yo nunca me daba cuenta de ello.
—Tú sí roncas. O bueno, haces ruidos extraños al dormir.
—Claro que no. Canto entre sueños.
Él rió estruendosamente, yo me reí más por su risa que por mi comentario chistoso.
No me había percatado de que estábamos en su cuarto. Después de tanto tiempo me resultaba apenas reconocible, aunque no había cambiado nada. La madera del piso, la ventana con sus cortinas blancas, el reloj de pared redondo, aquél cuadro al óleo de un lobo (él) que le regalé hacía ya meses, una única fotografía de su madre Sarah y otra de Billy, una mía también. Yo conservaba una suya de igual forma. Pero lo esencial era su desastre matutino. 
—¿Y qué estoy haciendo aquí, en tu recámara?
—No es de sorprenderse. Te quedaste dormida en plena celebración, así que te traje a mi cuarto para que descansaras mejor y no tuvieras que estar incómoda en el sofá. Tuve que cargarte pero cómo pesas— le propicié un golpe leve, apenas lo toqué— Luego me senté a un lado tuyo, pero… me quedé en esta silla  y me dormí.
—¿Y mis padres?
—Anoche se fueron, insistí en que te dejaran aquí pues comenzó a llover levemente y podrías enfermarte. Ahora supongo que están con Billy y Charlie. ¿Quieres que vayamos con ellos?
—Más tarde.
—Como quieras, Nessie— bostezó más que habló.
—No descansaste del todo. ¿Por qué no duermes?
—No, para nada. Mejor vuelve a dormir tú. Esta vez juro no dormirme yo.
—No, Jake— lo miré lo más seria que pude.
—¿Y tú?
—Yo prepararé el desayuno mientras. ¿Qué te parece?
—La verdad no tengo hambre. Por mí no te preocupes.
Él se acomodó mejor en la cama y yo me senté en ella para poder pararme lentamente sin causarle molestia, pero enseguida me tomó del brazo jalándome con suavidad de regreso. Supe que no quería que me fuera, volví a acomodarme a su lado. Esta vez dejando suficiente espacio para cada uno.
Cerré los ojos para conciliar el sueño pero no pude. Lo observé dormir, tenía que aceptar que se veía lindo haciéndolo, miraba su fragilidad apenas asomándosele por los sueños. Con mi mano acaricié suavemente su mejilla, soltó un suspiro y me sorprendí, creí que estaba despierto pero no era así.
—Te… quiero— susurró entre sueños.
Me quedé como un hielo, sin moverme. Su calor me derretía.
Mi corazón tembló, su latido comenzó a acelerarse. Pensé que se detendría en cualquier momento por lo rápido que palpitaba. Sentí como el estómago se me revolvía. Era como si cientos de estrellas chocaran dentro de mí, una y otra vez.
Me levanté de la cama lentamente tratando de no despertarlo pero las piernas me temblaban tanto que dudaba en seguir dando otro paso, me asomé por la puerta pero no vi a nadie. Caminé y di varias vueltas alrededor del cuarto contiguo, hasta que mi ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Luego fui a la cocina donde tardé buscando algo que me sirviera para poner agua a hervir en la estufa, y al fin preparé algo de té. Lo serví en dos tazas, lo llevé al cuarto e hice que Jake se levantara a tomarlo. Y volvió a recostarse.
Amaneció helado para mí, así que lo tapé con otra frazada, quizá no le haría falta porque su calor ya era bastante.
Desde mi regreso a Forks, me sentía extraña con él, no sabía qué me ocurría. Era algo con lo que no contaba.
Miré a Jake. Ese hombre alto de piel morena, con unos ojos castaños que me parecían muy bellos, y al mirarlos siempre hacían que todo a mí alrededor no importara, que todo fuese perfecto. Su cabello lacio, y sus manos, su cuerpo. Aquella boca, todo en él era justo, preciso.
Me recosté a su lado. Me abrazó por la espalda, pegándome a su pecho, me sentí protegida. No supe en qué momento caí dormida sin que me importara la hora, el día, la fecha, la mañana, el mundo o en dónde estuvieran mis padres.





Una luz entró por la puerta que después desapareció seguido del ruido de ésta al cerrarse. Distinguí una sombra que entraba, luego se dirigió a la ventana para abrir paso al sol.
—¿Cómo amaneciste?— dijo la voz de Jake.
—Cansada pero bien, bien, gracias. ¿Y tú?— respondí algo adormilada mientras me tallaba los ojos por el suplicio que me causó ver la luz tan de pronto, mis ojos veían borroso.
—Diría perfecto, tengo mucha energía. Ya estuve preparando el desayuno, no supe si querrías té de nuevo o preferirías café, quizá jugo de naranja, pero preferí servirte de todos.
—Jacob Black tenías que ser. No pensarás que vaya a tomarme los tres ¿o sí? —arqueé una ceja.
—Y tú no pensarás que no vaya a obligarte, ¿cierto?— dijo bromeando— bueno, mejor sí piénsalo porque así será. Hazte a la idea.
Él besó mi frente. Desayuné con él, al final sólo tomé café agregándole algo de leche. Comimos huevos revueltos y pan tostado. Yo me divertí viéndolo comer. Cuando terminamos le ayudé a lavar los trastos pero enseguida me quitó del fregadero y él terminó de hacerlo.
Mientras recorría la sala me topé con una carpeta con el nombre de Sarah, dentro habían pinturas bellísimas. La mayoría en acuarela, tenía una técnica única. Mi favorita fue una de las olas de La Push embistiéndose con la arena, supo captar el momento y llevarte a él. Esa era la magia del pincel, inmortalizar a trazos.
Jake me sorprendió por la espalda.
—Tu madre tenía un talento impresionante. Me conmueve su obra, eso es arte.
—Le hubiera gustado conocerte, Ness. Siendo que tú… que tú eres una gran pintora también. —Sentí en su tono de voy un leve nerviosismo, supuse provocado por la misma melancolía que le causaba la muerte. Dejé sus pinturas en su lugar.
—Cuéntame de ella— le miré a los ojos y él accedió.
—Físicamente, tenía su cabello largo, era completamente lacio y negro, muy oscuro. Sus manos eran cálidas y delgadas, me resultaban frágiles cual porcelana. Su piel algo rojiza, como la mía pero incluso más clara, sus ojos tenían una expresión muy dulce por ese café intenso que los identificaba tanto.
“Poco recuerdo de ella; cada noche me acunaba en brazos, a veces se quedaba a leerme, otras veces tarareaba una canción que difícilmente sabría cuál es… Su alma era gentileza pura, el amor parecía abrazarla a ella.”
—Y de alguna manera se inmortalizó entre acuarelas— tocó mis manos que había posado en su hombro.
—¿Quieres ir a casa?
—Más que querer, debo.
Jake tomó una chamarra enorme de color café del perchero de madera que había junto a la puerta, he hizo que me la pusiera a pesar de que prácticamente nadara en ella, me envolvió y fue él quien se aseguró de cerrar el cierre de la misma. Incluso me colocó el gorro. Él sólo llevaba una playera y una chamarra negra que más que hacerle falta le estorbaba.
 Caminamos juntos paso a paso. Estaba húmedo el piso y con varios charcos. Saltaba al azar en alguno que tuviera un tamaño determinado, no demasiado profundo pero tampoco muy pequeño, me postraba lento en él y pegaba un brinco en su centro, salpicándome, después procuraba salpicar a mi amigo también pateando el agua en su dirección. Reíamos.
Ser en verdad quien eres con alguien es quizá de las pocas cosas que no pasan tan seguido como debieran. Con Jake podía incluso descubrirme a mí misma.
—Nessie…— dijo Jake, me dio la impresión de una leve tristeza.
—¿Sí?
—Yo… — titubeó un momento, calló y luego se limitó a decir— olvídalo, no es importante. Ya llegamos.
Entramos a la casa por la puerta trasera pues no llevaba llaves.  No había ni un alma dentro. Últimamente a mi familia de vampiros les daba por irse sin mí, o quizá era a la inversa. Pero la casa estaba más vacía que lo normal, sus paredes blancas lo hacían notar, y el silencio sepulcral.
—¿Adónde habrán ido?
—No lo sé, ¿te quedarás conmigo? —me apresuré a preguntar.
—No creerás que he de dejarte sola. Nunca se sabe. No soy lo más peligroso que hay a los alrededores, tú eres un peligro incluso para ti misma, más para ti que para cualquiera.
Me le quedé mirando de arriba abajo pero un sonido en la puerta me hizo dejar de hacerlo.

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