Me acomodé de frente al pequeño caballete de
madera, era ya de mañana, coloqué un lienzo en blanco y preparé mis pinceles.
Escogí ese día para ir a pintar a First Beach,
nadie me acompañó, necesitaba un momento para mí.
Primero un
bosquejo tenue con lápiz porque no siempre se está seguro, y uno que otro
borrón cuando necesitas hacer como que no te has equivocado, o por mejor dicho,
hacer que aquello no te importe. Los colores en la paleta se envolvían. Empecé
con el fondo azul cielo, necesité de un violeta muy claro para simular la
montaña que cubrían las nubes blanquecinas. No había sol como siempre. Pero al
menos tampoco había lluvia. Un contraste en sombras, unas pinceladas verde
esmeralda para el bosque, otras en verde brillante.
Había terminado en menos de lo esperado. Pero sólo
la base. Cuando hube acabado de limpiar el material me recosté en el suelo
tapizado del mismo verde. Buscaba eternizar mi momentánea paz interior en un
cuadro.
—Decir que pintas bien no es nada.
Esa voz…
—¿Cómo me encontraste, Jake? — Me senté y él me
imitó.
—No fue difícil adivinarlo. Sólo tuve el deseo de
venir aquí, luego te percibí, ese olor dulzón que emanas no lo produce
cualquie… —me lancé a sus brazos antes de que terminara la frase, él se
tambaleó un poco y luego me sostuvo.
Encontré su cuello cerca de mí y le besé por
impulso. Él se estremeció, pareció causarle un cosquilleo pero no me reclamó en
lo absoluto. Volteé, luego sobrepuso sus brazos sobre los míos, se inclinó para
voltear mis manos y dibujar con sus dedos en mis palmas, recorría cada
bifurcación en ellas. Aquél punto de contacto lo mantuve aún después de que
dejó de tocarme, era un cosquilleo perdurable.
—Contigo siento mi soledad acompañada— musité.
—Me complacería más que tu soledad no volviera.
—No es algo de lo que uno se deshaga en compañía de
alguien, sin embargo, hay quienes son capaces de hacernos olvidar la carga que
es nuestra propia soledad; hay quienes sin duda, pueden hacernos despegar los
pies de la tierra.
—Tú eres una de esas personas.
Le miré sorprendida por su comentario, tragué
saliva y me aventuré a preguntar.
—Jake… alguna vez… —me era difícil soltar la
pregunta, mi boca la aprisionaba— tú… ¿te has enamorado?
No quise ver su reacción, sólo esperé a que contestara,
pero por la tardanza supe que le incomodaba.
—Más que sólo eso.
“Más que sólo eso”; resonaba en mi cabeza como si
fuesen un eco esas cuatro palabras, chocaban en las paredes de mi mente cual
ondas sonoras. Resonaba igual el latido de mi corazón, era una latido
determinante. Me bastaron dichas palabras en conjunto para entender que lo suyo
no era un enamoramiento cualquiera, de esos en que las parejas se juran
perennidad pero cruzan los dedos fuera de la vista, los tontos que se creen
locos, los que creen su grandeza sin saber que es resultado de un mundo
diminuto. No, lo suyo no era eso. Lo suyo era amor.
Yo nunca había tenido un contacto directo con el
amor. Pero lo anhelaba. Anhelaba que alguien pudiera amarme así, y no porque yo
le amara.
Jacob me miraba con atención, pero al ver que él
seguía sin hablar disipé la conversación y volví al caballete. Me siguió de
forma tan sigilosa que al dar vuelta salté del susto.
—¡JACOB!— agarré la paleta con los óleo en varios
tonos aún en ellos y después de tomar con los dedos la pintura se la embarré en
el rostro— ¡Toma eso!
—¡Nessie, no! Ahora verás…
Me tomó por la cintura y me subió a su espalda, mis
forcejeos no eran nada a comparación de su fuerza al sostenerme. Dio varias
vueltas haciendo que me mareara.
—Si planeas matarme necesitarás algo mejor que eso—
terminé de decirlo y caí de espaldas.
—¿Tú crees? Bueno, tú sola ya lo haces bastante
bien. Me ahorras de mucho— se carcajeó e hice lo mismo, hasta que sentí un
dolor en el abdomen.
—¡Basta, basta! —Di un gran respiro y exhalé con
fuerza varias veces para calmar la risa— No te quedó tan mal… ve el lado bueno.
—¿Qué lado bueno puede tener esto? —dijo levantando
una ceja.
—Pues te ves más colorido— le guiñé el ojo.
Se mordió los labios queriendo reprimir una
curvatura en ellos.
—Pues a ti es a quien le hace falta color, un
bronceado no te vendría mal.
—¡Ah! Claro, Jake. Con el hermoso sol de Forks, tan
abrasador.
—Sólo bromeó, no está mal— acercó su cara a la mía
y pude sentir una hiperventilación acompañada de una arritmia que me golpeaba
sutilmente, cerré los ojos por inercia, sentí como su mejilla tocaba la mía, y
se apartó— pero ahora luces mejor.
Me toqué la cara, y sí, me había llenado de pintura
al contacto. Después de todo me alivió saber que sólo era eso por lo que se
había acercado.
Cambiamos el tema repentinamente.
Yo comentaba sobre mi regreso a la escuela, en
realidad sería la primera vez que pisase un instituto. Hasta entonces mi padre
me daba clase, me enseñaba diariamente por la mañana sobre las principales
asignaturas, con el paso del tiempo yo preferí estudiar por mi cuenta y fui
convirtiéndome en autodidacta. A veces leía un libro al día, era exceso, pero
era el vicio más “saludable” que podría tener, algo que me enorgullecía pero
más que eso, me satisfacía por completo. Los libros variaban entre literatura y
ciencias en general. En conjunto mis padres tenían una biblioteca extensa, me
obsequiaron sus libros y adaptaron un lugar en la casa que sería mi biblioteca
personal, yo tenía además un librero pequeño en mi recámara donde sólo ponía
mis preferidos.
Pero llegar a un salón repleto de pupitres y gente.
¡Gente! Con lo antisociable que era no me venía bien, no sabría desenvolverme
con libertad. Me aterraba toda esa idea. Yo no era como cualquiera, cosa que me
impedía relacionarme con cualquier otro humano que no fuese de la familia. Sí,
mi inseguridad era causa de ser una híbrida, tenía un cierto nivel de autismo.
Pero aquella era una experiencia que tenía que vivir de cualquier forma; aún no
estaba decidido en qué nivel escolar entraría
Terminé de hablar sobre mis múltiples problemas
sociales y él puntualizó los suyos.
—No eres la única, Nessie. Cuando asistía al
bachillerato las cosas se tornaron sombrías, al principio era como cualquiera y
los demás solían serlo también. Ya sabes, una bellísima vida aburrida y
rutinaria pero tranquila. Era simple, estudiar, hacer mis deberes en casa
ayudando a Billy, a veces le escribía a mis hermanas pero ellas pocas veces lo
hacían, ir a La Push para surfear o a tirarte del acantilado.
Pero el hecho de que tu familia vampírica regresó a
Forks desató esas metamorfosis. Uno a uno fue convirtiéndose en lobo, su interior
cambiaba drásticamente. Se exacerbaron sus emociones y con ello su soledad.
“ Me era tan estúpido creer en cualquier “leyenda”
Quileute. Pero lo vi con mis propios ojos, y lo vivo aún en carne propia. ¿Y
luego? Luego me aterraba mi ser, no me sentía yo mismo, una parte de mí era
otra cosa, no lo controlaba y por eso lo odiaba, en lugar de controlar yo esa
parte, ella me controlaba a mí… Tanto tiempo me oculté por ello, temía dañar a
quienes más amaba, aprendí sosegarme. Y ya
sabrás, como es usual en un adolescente prematuro, me equivoqué. Pero acepté lo
que soy, sin importar la forma— alargó esa última palabra para darle más
énfasis.
—Ya
sabes que yo te quiero—soltó mi boca sin aviso, casi suspirando más que
hablando.
—¿Sin
importar la forma?
—Sin
importar la forma—asentí— La forma suele ser pura banalidad, lo que importa
siempre es la esencia, Jake. Tu esencia es encantadora.
—Sé
eres la única que lo entiende— alzó la mirada hacia mis ojos y continuó—eres
tan distinta, y al mismo tiempo tan similar a mí que puedo sentirte. Es curioso
que sin tocarte te sienta, y que al cerrar mis párpados pueda observarte más
intensamente, como si te supiese de memoria, Nessie.
Recayó
en mi boca un silencio que me llegó hasta
el corazón. O quizá a la mente; qué iba a saber yo con qué órgano
sentíamos al amor, con qué órgano sentía todo cuando Jake me causaba justo
entonces. Se produjo un nuevo aire entre nosotros, hubo un golpeteo como ningún
otro en mi pecho que decía una y otra vez “quédate”; él buscaba mis ojos como
si fuesen un cielo estrellado y tratase de ubicar constelaciones imprecisas,
pero yo le evitaba como a tantas cosas en la vida que no se pueden evitar.
Cuando me penetró su mirada sentí nacer un fuego en mí. ¿Sería posible? Puede
que nunca haya sido consciente de ello, tanto, tanto tiempo…
Llegó
a nosotros la joven noche llenándonos los ojos con una luz de luna que apenas
si nacía de ella que se aferraba al cielo, que esperaba inútilmente a alguien
que no llegaría para verla brillar entre penumbras.
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