jueves, octubre 15, 2009

VII. De irrealidades

Me acomodé de frente al pequeño caballete de madera, era ya de mañana, coloqué un lienzo en blanco y preparé mis pinceles.
Escogí ese día para ir a pintar a First Beach, nadie me acompañó, necesitaba un momento para mí.
 Primero un bosquejo tenue con lápiz porque no siempre se está seguro, y uno que otro borrón cuando necesitas hacer como que no te has equivocado, o por mejor dicho, hacer que aquello no te importe. Los colores en la paleta se envolvían. Empecé con el fondo azul cielo, necesité de un violeta muy claro para simular la montaña que cubrían las nubes blanquecinas. No había sol como siempre. Pero al menos tampoco había lluvia. Un contraste en sombras, unas pinceladas verde esmeralda para el bosque, otras en verde brillante.
Había terminado en menos de lo esperado. Pero sólo la base. Cuando hube acabado de limpiar el material me recosté en el suelo tapizado del mismo verde. Buscaba eternizar mi momentánea paz interior en un cuadro.
—Decir que pintas bien no es nada.
Esa voz…
—¿Cómo me encontraste, Jake? — Me senté y él me imitó.
—No fue difícil adivinarlo. Sólo tuve el deseo de venir aquí, luego te percibí, ese olor dulzón que emanas no lo produce cualquie… —me lancé a sus brazos antes de que terminara la frase, él se tambaleó un poco y luego me  sostuvo.
Encontré su cuello cerca de mí y le besé por impulso. Él se estremeció, pareció causarle un cosquilleo pero no me reclamó en lo absoluto. Volteé, luego sobrepuso sus brazos sobre los míos, se inclinó para voltear mis manos y dibujar con sus dedos en mis palmas, recorría cada bifurcación en ellas. Aquél punto de contacto lo mantuve aún después de que dejó de tocarme, era un cosquilleo perdurable.
—Contigo siento mi soledad acompañada— musité.
—Me complacería más que tu soledad no volviera.
—No es algo de lo que uno se deshaga en compañía de alguien, sin embargo, hay quienes son capaces de hacernos olvidar la carga que es nuestra propia soledad; hay quienes sin duda, pueden hacernos despegar los pies de la tierra.
—Tú eres una de esas personas.
Le miré sorprendida por su comentario, tragué saliva y me aventuré a preguntar.
—Jake… alguna vez… —me era difícil soltar la pregunta, mi boca la aprisionaba— tú… ¿te has enamorado?
No quise ver su reacción, sólo esperé a que contestara, pero por la tardanza supe que le incomodaba.
—Más que sólo eso.
“Más que sólo eso”; resonaba en mi cabeza como si fuesen un eco esas cuatro palabras, chocaban en las paredes de mi mente cual ondas sonoras. Resonaba igual el latido de mi corazón, era una latido determinante. Me bastaron dichas palabras en conjunto para entender que lo suyo no era un enamoramiento cualquiera, de esos en que las parejas se juran perennidad pero cruzan los dedos fuera de la vista, los tontos que se creen locos, los que creen su grandeza sin saber que es resultado de un mundo diminuto. No, lo suyo no era eso. Lo suyo era amor.
Yo nunca había tenido un contacto directo con el amor. Pero lo anhelaba. Anhelaba que alguien pudiera amarme así, y no porque yo le amara.
Jacob me miraba con atención, pero al ver que él seguía sin hablar disipé la conversación y volví al caballete. Me siguió de forma tan sigilosa que al dar vuelta salté del susto.
—¡JACOB!— agarré la paleta con los óleo en varios tonos aún en ellos y después de tomar con los dedos la pintura se la embarré en el rostro— ¡Toma eso!
—¡Nessie, no! Ahora verás…
Me tomó por la cintura y me subió a su espalda, mis forcejeos no eran nada a comparación de su fuerza al sostenerme. Dio varias vueltas haciendo que me mareara.
—Si planeas matarme necesitarás algo mejor que eso— terminé de decirlo y caí de espaldas.
—¿Tú crees? Bueno, tú sola ya lo haces bastante bien. Me ahorras de mucho— se carcajeó e hice lo mismo, hasta que sentí un dolor en el abdomen.
—¡Basta, basta! —Di un gran respiro y exhalé con fuerza varias veces para calmar la risa— No te quedó tan mal… ve el lado bueno.
—¿Qué lado bueno puede tener esto? —dijo levantando una ceja.
—Pues te ves más colorido— le guiñé el ojo.
Se mordió los labios queriendo reprimir una curvatura en ellos.
—Pues a ti es a quien le hace falta color, un bronceado no te vendría mal.
—¡Ah! Claro, Jake. Con el hermoso sol de Forks, tan abrasador.
—Sólo bromeó, no está mal— acercó su cara a la mía y pude sentir una hiperventilación acompañada de una arritmia que me golpeaba sutilmente, cerré los ojos por inercia, sentí como su mejilla tocaba la mía, y se apartó— pero ahora luces mejor.
Me toqué la cara, y sí, me había llenado de pintura al contacto. Después de todo me alivió saber que sólo era eso por lo que se había acercado.
Cambiamos el tema repentinamente.
Yo comentaba sobre mi regreso a la escuela, en realidad sería la primera vez que pisase un instituto. Hasta entonces mi padre me daba clase, me enseñaba diariamente por la mañana sobre las principales asignaturas, con el paso del tiempo yo preferí estudiar por mi cuenta y fui convirtiéndome en autodidacta. A veces leía un libro al día, era exceso, pero era el vicio más “saludable” que podría tener, algo que me enorgullecía pero más que eso, me satisfacía por completo. Los libros variaban entre literatura y ciencias en general. En conjunto mis padres tenían una biblioteca extensa, me obsequiaron sus libros y adaptaron un lugar en la casa que sería mi biblioteca personal, yo tenía además un librero pequeño en mi recámara donde sólo ponía mis preferidos.
Pero llegar a un salón repleto de pupitres y gente. ¡Gente! Con lo antisociable que era no me venía bien, no sabría desenvolverme con libertad. Me aterraba toda esa idea. Yo no era como cualquiera, cosa que me impedía relacionarme con cualquier otro humano que no fuese de la familia. Sí, mi inseguridad era causa de ser una híbrida, tenía un cierto nivel de autismo. Pero aquella era una experiencia que tenía que vivir de cualquier forma; aún no estaba decidido en qué nivel escolar entraría

Terminé de hablar sobre mis múltiples problemas sociales y él puntualizó los suyos.

—No eres la única, Nessie. Cuando asistía al bachillerato las cosas se tornaron sombrías, al principio era como cualquiera y los demás solían serlo también. Ya sabes, una bellísima vida aburrida y rutinaria pero tranquila. Era simple, estudiar, hacer mis deberes en casa ayudando a Billy, a veces le escribía a mis hermanas pero ellas pocas veces lo hacían, ir a La Push para surfear o a tirarte del acantilado.
Pero el hecho de que tu familia vampírica regresó a Forks desató esas metamorfosis. Uno a uno fue convirtiéndose en lobo, su interior cambiaba drásticamente. Se exacerbaron sus emociones y con ello su soledad.
“ Me era tan estúpido creer en cualquier “leyenda” Quileute. Pero lo vi con mis propios ojos, y lo vivo aún en carne propia. ¿Y luego? Luego me aterraba mi ser, no me sentía yo mismo, una parte de mí era otra cosa, no lo controlaba y por eso lo odiaba, en lugar de controlar yo esa parte, ella me controlaba a mí… Tanto tiempo me oculté por ello, temía dañar a quienes más amaba, aprendí sosegarme. Y ya sabrás, como es usual en un adolescente prematuro, me equivoqué. Pero acepté lo que soy, sin importar la forma— alargó esa última palabra para darle más énfasis.
—Ya sabes que yo te quiero—soltó mi boca sin aviso, casi suspirando más que hablando.
—¿Sin importar la forma?
—Sin importar la forma—asentí— La forma suele ser pura banalidad, lo que importa siempre es la esencia, Jake. Tu esencia es encantadora.
—Sé eres la única que lo entiende— alzó la mirada hacia mis ojos y continuó—eres tan distinta, y al mismo tiempo tan similar a mí que puedo sentirte. Es curioso que sin tocarte te sienta, y que al cerrar mis párpados pueda observarte más intensamente, como si te supiese de memoria, Nessie.

Recayó en mi boca un silencio que me llegó hasta  el corazón. O quizá a la mente; qué iba a saber yo con qué órgano sentíamos al amor, con qué órgano sentía todo cuando Jake me causaba justo entonces. Se produjo un nuevo aire entre nosotros, hubo un golpeteo como ningún otro en mi pecho que decía una y otra vez “quédate”; él buscaba mis ojos como si fuesen un cielo estrellado y tratase de ubicar constelaciones imprecisas, pero yo le evitaba como a tantas cosas en la vida que no se pueden evitar. Cuando me penetró su mirada sentí nacer un fuego en mí. ¿Sería posible? Puede que nunca haya sido consciente de ello, tanto, tanto tiempo…

Llegó a nosotros la joven noche llenándonos los ojos con una luz de luna que apenas si nacía de ella que se aferraba al cielo, que esperaba inútilmente a alguien que no llegaría para verla brillar entre penumbras.

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