jueves, mayo 09, 2013

XIV. Huir de mí


Jacob:
Escribo esto porque soy de las que creen que el viento se lleva las palabras. Siempre busco la eternidad a pesar de tenerla. Quizá porque continuamente dudo en si la merezco. Sin embargo hay más de una incertidumbre que me mata. Y no he podido decirte las palabras que esperas y que yo misma espero. El peso de este corazón se vuelve más y más denso. No aguanto más, Jake. Decidí que si tú me lo has dicho, por qué yo no habría de ser lo suficientemente valiente, debo serlo. A estas alturas no sé cuál sea un acto valeroso, si quedarme o huir.  
Te quiero.  Te quiero por todo lo que eres,  tus memorias y anhelos. Por cada sonrisa que ilumina tu rostro, cada tristeza, cada momento de valentía. Te quiero, Jacob y no espero que me entiendas. Sé que has dicho que de mi parte no esperas nada, ni yo lo espero de tu  parte, nuestro tiempo no ha llegado, puede que sea eso. Igual sé que sólo tú comprendes mis palabras abstractas, surrealistas. En estas cosas no se manda, y aún así si tuviese elección, te elegiría. Decir que te quiero es mi forma sutil de agradecer tu existencia. Supongo que así es como debía ser, no siempre hay casualidades, mi corazón palpitante no lo es, hay una razón más fuerte que mi nodo sinusual*[1] como para que éste lata, y me proporcione la vida…
No imagino al mundo sin tu presencia.
Te quiero, sólo eso.

Renesmee C.
Me liberé. Escribí tal carta justo detrás de la primera hoja de mi libro de Alexandre Dumas. La dejé ahí, no me atrevía a arrancarla. Eché una rápida mirada hacia el reloj: 4:43 am.
Aquella noche (¿o he de decir madrugada?) era fría, comenzaba a llover y las gotas de su precipitación se escuchaban al estrellarse con la ventana. Los rayos estruendosos me hacían temblar hasta estremecerme.
De a poco se calmó la lluvia exterior, pero mi lluvia interna seguía perenne al igual que mi preocupación.
Sólo quedaba esperar. ¿A qué, a mi posible muerte? No. No iba a quedarme a esperar la muerte, apresuraría el momento.
Conseguí una maleta pequeña pero con el suficiente espacio para lo necesario. Luego de meter ropa, libros, tenis y demás cosas importantes me di a la tarea de dejar una nota en el libro antes escrito donde indicaba que debía ser entregado a él. Lo deposité en el centro de la cama para que fuese visible para cualquiera. Me dirigí al estudio de Carlisle, sabía dónde buscar los documentos que necesitaba para poder salir del país. Rápidamente los hallé y los metí igualmente a mi maleta vieja. Luego la escondí con cuidado entre el armario hasta que pudiese hacer uso de ella.

Después de esta noche me quedaba claro que todo podía pasar. Deseaba más que nada un poco de paz…
Mi familia al bajar a la sala de estar se notaban apurados, con una expresión vacía. No me era grata esa imagen. Sabía cuánto intentaban estar “bien” por mí, sólo por mí. Pero eso me daba justo el efecto contrario.  
—¿Cuánto tiempo más? —atiné a preguntar.
—Medio día, un poco más quizá.
Los miré nuevamente.
—¡Basta! Dejen de preocuparse. No hay nada de peligro en esto, carajo.
Luego de decir eso se quedaron perplejos, estupefactos, yo estaba enfurecida, me fui del lugar corriendo. Ninguno se molestó en gritarme para traerme de vuelta, mucho menos se atrevían a  seguirme. Corrí. Me aniquilaba una desesperación abismal, más y más, deseaba golpear algo hasta quedar sin fuerza física, al fin y al cabo la fuerza de voluntad era casi nula. Me detuve un momento y mi cuerpo tembló tanto que los pasos consecutivos me hicieron dejarme tirada. Como pude me adentré a La Push.
 Alguien se acercó a mi lado y miré de reojo, un chico algo desaliñado, por supuesto era Seth.
—¡Hey, Nessie!
—Ah… Hola Seth.
—¿Cómo va todo? Suenas desanimada.
—Desanimada es un adjetivo muy pobre.
Torpemente se acercó y me propició unas palmaditas en el hombro. Supuse que no sabía qué decir. Seth tal vez no lo entendería, pero era un buen amigo y apreciaba su compañía. Hay compañías que a pesar de que uno necesita plena soledad, no molestan, sino que hacen más soportable el vacío.
—Lo sé. Algo me contó Jake, él está igual o peor que tú. No ha habido mucha tranquilidad en nuestro mundo, vaya cosa… No te desanimes o cualquier maldita palabra que sea, ¿sí? Mantén la calma. Como sea, la manada está lista para pelear, si es necesario.
—No es una pelea lo que necesito, pero se los agradezco mucho, son como mi segunda familia. Sentir su apoyo me basta. Sé que no hay peligro pero hay un tipo de intuición que me dice “Renesmee, huye, huye ahora”. ¿Muy idiota, no? ¡Bah! Ya no sé si escucharme a mí misma o no, creo que estoy perdiendo la cabeza… Por cierto, ¿Jake está…?
—En casa, puedo acompañarte hasta allá.
—No, no, no es necesario. Le veré después. Hoy será un día difícil, ya no quiero incomodarlo. Debo volver a casa, salí molesta y sin avisar. Cuídate, Seth.

Nos despedimos con un “hasta al rato” y un abrazo ligero. Por mi parte me despedí de La Push, de Forks, de Jacob, de todo. Puede que volviese pronto o que no lo hiciera nunca más. El destino podría depararme distintos caminos.
Esperaba que no hubiese nadie en casa, así podría salir de ahí, ésa era mi coartada. A pesar de que mi familia me había dado la opción de irme, sabía que alguno de ellos tendría que venir conmigo, por consiguiente correría peligro, cualquiera que fuera. Demente o no, si mi yo interior me decía “huye”, no hay duda, huiría. Ante el instinto humano -si es que me está permitido decir "humano" en mi caso- no hay barreras. 
En efecto, nadie en casa. Era el momento para tomar la maleta que antes había preparado, no tuve mucho tiempo,  sólo me aseguré de no dejar rastro de adónde me dirigía. Salí de casa, de a poco cerré la puerta de entrada…
—¿Te vas?
¡Maldita sea! ¡Jacob!
—No.
—¿Vas de día de campo, entonces?
—No seas absurdo. Día de campo aquí, en el lugar más soleado del mundo entero, y más aún en éste preciso momento.
Me tomó por los dos hombros y comenzó a agitar mi cuerpo de adelante hacia atrás para hacerme entrar en razón.
—Renesmee no voy a dejarte marchar, de por sí es estúpido quedarse, pero irse… ¿¡IRSE!? ¡Estás completamente loca!
—Lo sé, me lo dije antes de que llegaras. ¡¿Pero por qué eres tan inoportuno?!
—Creo que lo sabes—su voz se tornó a un tinte más dulce—y por eso no puedo permitir que te vayas. No es nada sencillo sobrellevar el miedo de perderte.
Me inundó un calor y bajé la vista.
—Vas a estar bien, Nessie. Tú y todo lo que te hace estar de tal forma lo estará.
—Huye conmigo, Jacob.
—No sería justo abandonar a tu familia, y a la tribu de tal manera.
—No comprendes, si me voy, ellos sabrán que no estoy aquí, que por consiguiente tú tampoco lo estás. Y eso hará que no tengan más que ver aquí, se irán… Dejarán a nuestra familia en paz. O bueno, al menos me dan tiempo de salida.
—Afuera hay cosas mucho más terribles que los Vulturi, no me pidas verte marchar. Yo sólo puedo protegerte donde estás, no donde escapas de mis manos.
—No hubieses llegado ahora, Jake. Me obligas a quedarme, o a llevarte conmigo. Entiendo, no vas a mover un dedo… No es cosa sencilla, ya no más.
—La decisión es toda tuya.
—Ya no.
Lo miré fijo a los ojos deseando que decidiera ir conmigo, yo ya no podría quedarme, la decisión estaba tomada por mi parte. Aunque la parte “mía” era la de menor proporción. Y puede que Jake no tuviera deseos de ir. Se acercó más a mí, soltó un suspiro y posó su frente en mi hombro izquierdo.
—Necesitaré ropa y comida, mucha comida.
Solté un grito ahogado de felicidad, lo tomé de la cara para besarle las mejillas. La seguridad volvía a mí. Con la seguridad regresó la esperanza.
—Ahora dame tu maleta. ¿Qué traes… piedras? —fingió un gemido.
—Pues a decir verdad tengo una colección…
—No sabía que coleccionaras piedras.
—¡No lo hago! ¡Cabeza de alcornoque!
—Oye, oye…
—Lo siento—me reí estruendosamente, el recuerdo me hizo callar—Se hace tarde. ¿Cuál es el plan?
—Improvisar.

El crepúsculo se veía cercano. Mi crepúsculo también.
No tenía miedo, o eso creía. Hasta no vivirlo en carne propia de nuevo no sabría definirlo. No es como si fuese a morir en ese preciso momento, o alguien de nosotros. Era un presentimiento distinto, pero como todo presentimiento era por no decir absurdo, apresurado. A destiempo.
Estar sola en casa me hacía deprimirme demasiado, me gustaba estar conmigo, pero con la “yo” que sonreía con frecuencia y tenía pensamientos de trivialidades bárbaras y divertidas. Ésa se había atenuado, andaba como cansada de la vida. Y eso que apenas si había vivido. Por ello me alegraba ir de camino lejos de la soledad con Jacob, porque sólo él sabía acompañarla, abrazarla.
Como “flashback” recordé tiempo atrás cómo mi madre prevía que de no salir bien la situación yo debería partir de ahí junto con Jacob, e irme de ellos… tal vez para siempre. “Te amo” dijo. “Más que nada.”
Me aferré al relicario, aquella y ésta noche. Lo llevaba colgado al pecho, junto muy junto al corazón. Siempre estaríamos juntas, incluso cuando no. Ella se despedía de mí, pero yo no pude emitir ningún adiós. Ni podría hacerlo justo ahora. Ojalá entendiera porqué me iba y no hiciera nada estúpido, nada que yo no haría. ¡NO! Corrección, yo era la que hacía las cosas más estúpidas, sería mejor que no hiciera nada de lo que yo haría.

Jake me dejó oculta tras unos arbustos detrás de su casa, él se metió para sacar lo indispensable. No supe si dejó alguna nota porque salió casi enseguida y partimos corriendo esperando pasar desapercibidos. Recorrimos alrededor de 20 kilómetros cuando me pidió que nos detuviéramos.
—Es mi turno de llevarte.
—Puedo correr rápido, descuida, no es ningún problema para mí.
—Lo siento, no es opcional.
Se puso de espaldas a mí para quitarse la playera, preferí darme vuelta también y darle más privacidad. Ni siquiera escuché su paso, sólo sentí su pelaje suave tocando mi piel. Le di unas palmaditas en el lomo. Era un animal precioso.
—Hora de irnos.
Las siguientes horas ni siquiera las vi pasar, iba aferrada al lomo del lobo. Él no sólo me llevaba en los hombros, también cargaba a mi mundo entero junto conmigo y yo estaría agradecida por la eternidad. 
Oregón fue el primer sitio donde nos detuvimos. La multitud de gente era exuberante, en Forks la población era muy pequeña y eso me gustaba. Buscamos algo que fuese más ad hoc a lo que estábamos acostumbrados pero en una ciudad tan grande no fue cosa sencilla. A través de algunos enormes cartelones de publicidad dimos con la región de Takilma donde hallamos un hotel arbóreo. Ya en el sitito, bueno, qué decir, la vista era impresionante. Soberbio paisaje. Juntaban a la naturaleza con la mano del hombre de una forma armoniosa. Además, por suerte, no era tiempo de vacaciones, lo que hacía que el lugar fuese tranquilo. Nuestra casa de árbol estaba situada en un roble fuerte, único en su clase. Ahí nos hospedaríamos un día o dos, según como fuese transcurriendo la situación. 
Para dar con la entrada de nuestro pequeño dormitorio había que pasar por un puente amaderado que daba a su balcón. Jake entró y situó nuestras cosas en la única mesa que había. Yo seguía maravillada con el balcón, ni siquiera podía entrar a la casa. El aire fresco, limpio. La tenue luz que se divisaba entre las copas de los árboles y se iba degradando a medida que bajaba del cielo. Era un escenario indefinible. No era como tener nuestro hogar, uno cualquiera cerca de un bosque, esto era tener un bosque como hogar...
—Ven.
Tomó mi muñeca adentrándome a la casa. No tenía ansias de apartarme de aquél escenario, pero opté por entrar, conocer lo que sería mi hogar por algunas horas. Las paredes eran blancas, daba un aspecto limpio, frío si se miraba demasiado pero impecable.
—La cama es mía.
—¿Sólo hay una?
—Y un sofá, ¿basta, no?
—No sé, pregúntatelo a ti mismo.
—Ness… la cama era mía.
—¡Qué listo! ¡Era! —me reí—Sólo bromeo. Duerme donde desees. No siento que Morfeo llegue pronto a mí.

La cama estaba en una parte alta, Jacob estaba algo cansado así que tomó una ducha rápida y fue a dormir. Yo me quedé viendo el lugar, pensando. Por suerte encontré un pequeño baúl con libros dentro. Decenas. Tomé uno cualquiera. Eso ayudaría a disipar mi acrecentada locura. En realidad no estaba nada preocupada, ni un ápice. Estando Jake conmigo me haría invencible. Debía creerlo.
Abrí el libro y olisqueé como acostumbraba, su olor era agridulce por lo viejo. Era una antología de poesía de una autora que no recordaba haber escuchado, Wislawa Szymborska.

“Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.”

¿La inseguridad podría ser hermosa? Cavilé. Lo era. La inseguridad te hacía arropar con agallas al sentimiento, no soltarlo, agarrarlo con todas las fuerzas. La inseguridad es hermosa si se sabe llevarla por buen camino, de mano de la fe y la espera. Es hermoso no saber que uno amanecerá al día siguiente porque no se preocupa por ello sino sólo por ser feliz sin darse cuenta, ejerce su cotidianidad sin precedentes…
Con tal razonamiento me fui a acostar, Jake ya soñaba. No conmigo. Estaba muy cerca como para que pensara en mí. Acaricié su cabello, era suave, sedoso. El tacto me provocaba una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Dije “Gracias”. Sabía que extrañaría Forks, La Push, a los Black, su manada... Un simple agradecimiento no bastaría. Ni para él, ni para mi familia que dejé a la deriva. Ojalá no lastimase a nadie, ni a mí. No había vuelta de hoja. Me acurruqué a la orilla de la cama entre mares de pensamientos melancólicos, puede que llorara, no supe si el llanto seco se define como “llorar”, al final me perdí en un sueño profundo.

“A lo lejos se escuchó la cerradura de la puerta principal, un forcejeo.
—¡Renesmee!
—¿Es hora?
—Lo es.
Era la misma imagen de años atrás, la misma, excepto por la el suelo cubierto de nieve. Curiosa reunión familiar. Nosotros tomamos el lugar que nos correspondía, no como posición de batalla. Pelear no era el plan.
No vi ningún lobo, excepto Jake, pero él ahora se postraba a un lado mío, muy cerca, podía escuchar su palpitar, pero era obvio que no era una taquicardia a razón del miedo. Sigiloso pasó sus dedos entre los míos, tomó con fuerza mi mano. Me relajó su contacto.
Un minuto más, un abrir y cerrar de ojos.
Y ahí, de frente, ellos…

Marchaban armoniosamente, casi danzando. Era su forma de mostrar cuán ególatras podían llegar a ser. Avanzaban lento, no había ápice de ansiedad, ni presión. Su seguridad daba temor.
Aro me tendió una mano a lo lejos, yo sin dudarlo me acerqué. Solté a Jacob despacio para sentir su último roce. Él no quiso detenerme, mis padres tampoco lo hicieron. Después de todo, la supuesta confianza que ellos tenían era una forma de respaldo.
—Mi pequeña Renesmee, eres aún más hermosa de lo que recuerdo. Tus dones no escatiman.
—Y yo apenas si te recuerdo.
—¡Oh! No es necesario que me recuerdes, no a mí, de qué valdría la pena.
—Me complace mucho su visita.
—A nosotros nos complace mucho más volver a verte.
Aro se inclinó hacia mí y tomó mi mano para besarla. Extraño gesto.
—No hay de qué preocuparse, como dije, es sólo una grata visita. Permítenos hablar a solas con tu querida familia.

Asentí, me retiré como derrotada. ¿Qué había sido todo eso? ¿Un engaño? Para nada esperaba un acto pacifista. ¡Vaya forma de burlarse de mí! Me sentí tan decepcionada.
Pero mejor una tregua a una guerra. Algo en mí volvió a su lugar, tranquilizándome. Puede que me haya equivocado pensando en catástrofes de grandes proporciones. La gente puede cambiar…

Supongo.”




[1] Se refiere al nodo que transmite el impulso eléctrico al corazón, hace que éste se contraiga y relaje, es decir, lata.

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